Opinión
Ella
Ella: Por Carlos Vicente Torrealba.– La música es quizás una de las artes que más rápido llega al alma, es el antídoto de la tristeza, es el manantial de la melancolía y a la vez la fuerza de la propia vida.
Ser músico ya sea instrumentista, cantante que no es más que aquellos que usan su voz como un instrumento, es difícil ya que se abren dos luchas las de ser y la de poseer espacio donde poder desarrollar lo que en el fondo uno es y desea perfeccionar, la vida de los hombres y mujeres que han elegido esa profesión como modo de vida es sumamente difícil, sobre todo en países como el nuestro que aún se debaten entre la cultura y la barbarie en medio de una crisis profunda de valores e identidad.
Ser venezolano bajo estas premisas es duro, ya que el cambio de paradigma ha llegado que el venezolano es el lobo del propio venezolano, y no se reconozca entre sus iguales, la identidad nacional no está entre puntos ni rayas, menos en carnet o cedulas la identidad, la nacionalidad está alojada entre el pecho y el alma, y en Venezuela algunos la han extraviado mientas otros la cultivan y la llevan más allá de su cuerpo entregándola y obsequiándola a su público con su voz y su espíritu indomable como buenos venezolanos que fueron paridos en las polvorientas columnas del campo nacional.
En más de mí medio siglo de vida he escuchado y deleitado con muchos tipos de música y de espectáculos he conocido desde tenores hasta cantores de mi tierra. Hay un género que como buen llanero me gusta mucho sobre todo en los espectáculos típicos y son los golpes interpretados por conjuntos y cantores. En nuestra nación hay mucho talento que se ha desbordado a otras naciones, aunque el llano es uno solo dividido por dos países, el nuestro es una matriz de talento, algunos con muchas experiencias, otros jóvenes que la están construyendo. He visto a una nueva generación surgiendo y merecen disfrutarlos como he disfrutado a Noris Valencia una joven cantante con fuerzas, aplomo seguridad en la escenario querida por un público que disfruta su espectáculo y respetada por sus ganas de triunfar, cuantos venezolanos hay que aman a su nación y luchan desde su propia tierra como Noris Valencia como yo o como tú, una cosa es decirse venezolano y la otra es serlo.
[email protected] – @cartorrealba
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Opinión
Walk the talk
Por: Gabriel Capriles Fanianos.
“Vive como piensas, o terminarás pensando como vives”
En algún momento de nuestra vida la inteligencia nos abre un horizonte de crecimiento personal. Nos hace ver que en lo real hay asuntos a los que vale la pena prestar atención para desentrañar su belleza, su bondad, su verdad. Sucede con la persona que se asombra ante la naturaleza, con el hombre que frente a su hijo se reconoce como padre, etc. A medida que conoce lo real se deja cautivar. Descubre su grandeza. Se convierte en su fiel defensor. Para una Sophie Scholl, por ejemplo, valdrá la pena dar la vida por la verdad. Para un Juan Pablo II valdrá la pena dar la vida por Cristo. Para el Principito valdrá la pena cuidar a su rosa. Es entonces cuando estos grandes personajes nos transmiten una experiencia: vivir como se piensa.
Roy Harley, uno de los sobrevivientes de los Andes, está convencido de esta pauta de conducta que los ingleses llaman Walk the talk. Dice: “siento, sí, que el testimonio lo debemos dar con la vida diaria y con lo que hacemos con ella, en homenaje a lo que vivimos: nos tocó experimentar algo muy particular y creo que el mensaje lo tenemos que dar todos los días de forma permanente con lo que hacemos, no con lo que decimos”.
A diferencia de lo que dice Roy, hoy sucede con frecuencia lo contrario. No se vive como se piensa, sino que la persona termina pensando como vive. En vez de profundizar en aquello que nos enamora, en vez de llegar a lo esencial, se invita a la mediocridad: al todo da igual. Sucede lo que dice Oscar Wilde: “en estos tiempos que corren, la gente sabe el precio de todo y el valor de nada”.
El relativismo, todo da igual, desperdiga la atención en miles de cosas que demandan nuestra atención, pero no nos invita a detenernos en lo importante. Nos sumerge en la tiranía de lo urgente, en la que el hombre no llega a la profundidad de nada, sino que se va adaptando a la superficie de todo. Se crean formas de vida estereotipadas. Y aquí es cuando decimos: “se llega a pensar como se vive”.
Ante esta superficialidad que conduce a una vida mínima, a una vida que no sabe dar todo de sí, ofrecemos un antídoto: detenernos de vez en cuando, profundizar en lo real, pensar. Esto nos ayudará a interesarnos por las cosas y a descubrir poco a poco su grandeza. Esa grandeza con la que llegaremos a tener conciencia de lo que las cosas valen y por la que las personas están dispuestas a arriesgarse, a emprender grandes recorridos, dejando un surco profundo en la historia de la humanidad.
X: @gabcapriles
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