Opinión
Como los mangos…

Como los mangos… Por Carolina Jaimes Branger.- Adoro la época de mangos. Para mí no existe fruta más deliciosa sobre la faz de la tierra. Cuando era una niña y estaba de vacaciones, comía mangos todo el día. En mi casa había de muchos tipos: de bocado, de hilacha, de almíbar, mangas… cada uno más delicioso que el otro. Tenía mis mañas para comerlos: primero los aporreaba contra el piso para ablandarlos, luego los mordía y les sacaba un tajito en la parte de arriba, chupaba el jugo y al final comía la pulpa hasta dejar la semilla blanca. Era como un ritual. Cuando hacían jalea de mango me sentía trasladada a otro mundo. Y si la servían con queso blanco, como si comiera un manjar de los dioses.
Los mangos para los venezolanos son algo tan nuestro que no podemos concebir nuestras vidas sin ellos. Pero la realidad es que esa fruta maravillosa que consideramos tan venezolana, no es tal. El mango es originario del noroeste de la India y del norte de Birmania. Y llegó a Venezuela hace no tanto tiempo como quizás muchos creen. Gastrónomos e historiadores como Armando Scannone y Germán Carrera Damas; aseguran que Bolívar, por ejemplo, jamás vio un mango en su vida; aunque nos lo podamos imaginar en su ingenio de San Mateo atiborrándose de mangos. Los mangos llegaron para quedarse y ahora son tan venezolanos como la hallaca o las arepas.
Echar raices
Lo mismo que sucede con los mangos, sucede con las personas. Cuando llegan a un sitio que les agrada, echan raíces, se afianzan, crecen y dan frutos. Lo menciono porque cada vez escucho más venezolanos diciéndoles a extranjeros que viven aquí; “que se vayan para su tierra”. ¡Si ésta es su tierra!; ¡El que ellos, que sí tienen un país para dónde devolverse, hayan decidido quedarse aquí en estos momentos de nuestra historia es algo que hay que agradecer!
A los venezolanos no nos gusta cuando sabemos que en otros países no nos quieren; por la razón que sea. Entonces, ¿por qué hacerles lo mismo a los que nacieron en otras latitudes y escogieron el nuestro como su país?. Nosotros no escogimos ser venezolanos, ellos sí. Eso es más meritorio. Entre todos los países del mundo, esos amigos venezolanos por elección; escogieron al nuestro para echar raíces, afianzarse y tener hijos. Y siempre están allí, siempre fuertes, siempre dando frutos, siempre nobles, siempre nuestros, como los mangos…
ACN/CJB/IMP
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Opinión
Comienza el año 2025

Por: Cora Paez de Topel
El mes de enero es significativo por cuanto representa el principio del año en curso, celebrándose en las fechas especiales del calendario cristiano el 1º de enero como la festividad del Año Nuevo /Jornada Mundial de la Paz. El 6 de enero es el Día de Reyes, a lo que se unió la celebración del Día Nacional del Deporte. La fecha especial del 14 de enero es la celebración de la Divina Pastora, patrona de Barquisimeto, con una gran procesión de fieles en oración que siguen a la venerable imagen hasta llevarla al templo. El 15 de enero es el Día del Maestro
Son festividades arraigadas en nuestra cultura cristiana que nos invitan a celebrarlas con fervor para impulsar la solidaridad con nuestro prójimo, no tanto como un reto sino como un vínculo de plena confianza en el ser humano, dispuesto a tenderle la mano a los más necesitados, tal como señalan las Bienaventuranzas de la Ley de Dios. “Dar de comer al hambriento”. Dar de beber al sediento”. “Dar refugio al peregrino”. Son 10 que nos llaman a dejar a un lado el egoísmo para centrarnos en nuestros hermanos cuando requieran ayuda.
Los retos de la civilización nos llaman a dejar a un lado el atraso social, representado en la pobreza material de tantos que carecen de un techo donde cobijarse, o de un salario digno para cubrir las necesidades alimenticias y sanitarias. Tanto dinero malgastado en políticas públicas que no cumplen a cabalidad la función que les corresponde, limitándose a darles puestos a funcionarios del gobierno electos por el partido que los representa, pero no siempre por el programa social que los convoca.
En nuestro país la política se ha visto obligada a silenciarse para no caer en provocaciones. Hablar bien o mal del gobierno es un acto que debe mantenerse en la esfera de quienes comparten puntos de vista similares. La realidad de los presos políticos no es otra que la de ciudadanos que se atrevieron a discrepar con sólo palabras, sin tomar en cuenta el riesgo que estaban asumiendo ante un gobierno represor de la disidencia.
Continuando con la Doctrina Cristiana, al referirse al ejercicio de la autoridad de manera legítima, especifica el fundamento de ejercer el bien común. Por tanto, los regímenes políticos deben estar determinados por la libertad de decisión de los ciudadanos y respetar el principio del Estado de Derecho.
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