Opinión
El meollo de la negociación en la lucha por el poder
El meollo de la negociación: Por Leopoldo Puchi.- En este 2018 la lucha por el poder entre las fuerzas en pugna tendrá un momento crucial en las elecciones presidenciales. Ellas pudieran representar bien sea el ascenso de la oposición al frente del Poder Ejecutivo, o bien la permanencia en Miraflores del sector gubernamental. La fecha de la votación ya ha sido escogida por la Asamblea Nacional Constituyente, aunque esto es parte de las negociaciones en curso, así como otros aspectos relacionados con las condiciones en que se celebrarán estos comicios.
En todo caso, la mecánica electoral ya se ha puesto en marcha y tiene su propia dinámica. Del lado de la oposición, la búsqueda de un candidato unitario y atractivo que les permita vencer la abstención y participar de forma competitiva. Del lado del Gobierno, ya ha sido escogido el candidato, Nicolás Maduro, que ha iniciado la campaña con elementos festivos propios de las elecciones convencionales y con un formato extra partido que busca consolidar la votación de los sectores sociales beneficiarios de los programas sociales, para lo cual ha adoptado una nueva simbología y se ha creado una nueva organización, Somos Venezuela.
Ahora bien, más allá de las negociaciones sobre la fecha y condiciones electorales, no se ha adelantado hasta ahora una negociación sobre acuerdos para el período 2019-2025, en el que le corresponderá ejercer a quien resulte electo en 2018, bien sea un candidato de la oposición o el propio Maduro. Este es el asunto crucial que determina todo lo que antecede al momento de la votación. Y, extrañamente, no ha sido abordado en las conversaciones.
Gane quien gane en las presidenciales, el cuadro de equilibrio de la correlación de fuerzas no será alterado sustancialmente, de modo que de ganar Maduro se encontrará en circunstancias semejantes a las actuales. Y la oposición, aunque con la palanca del Ejecutivo en sus manos, tendrá frente a sí un movimiento político y social enraizado en la base y con el control de importantes porciones en el conjunto del aparato de Estado. Así que el momento electoral no definirá plenamente el conflicto entre las fuerzas políticas y sociales que se confrontan en la actualidad. Este es el meollo del problema.
Además, habría que tomar en cuenta el contexto económico y social en que se desenvolverá el gobierno que resulte de las elecciones de este año. Los problemas de la economía son verdaderamente graves, con efectos sociales muy nocivos, a pesar de los programas de distribución de la riqueza. Una situación económica y social que se ha agravado fuertemente por las medidas de bloqueo financiero.
Visto que la correlación de fuerzas continuará en equilibrio luego de las presidenciales, y dado el cuadro económico por el que atraviesa el país, se hace indispensable que se inicie una negociación de fondo para construir un esquema de convivencia y cohabitación para el período 2019¡2024, más allá de quien gane las elecciones de este año. Este es el meollo de la negociación.
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Opinión
Las Casonas Coloniales y Republicanas de Valencia
La Valencia de los Techos Rojos
Francisco Cariello Gubaira
Cronista
La ciudad de Valencia, situada en la región de la cordillera central, contiene un rico legado de casonas solariegas de distintas tipologías en el centro histórico.
Una de las características que tiene la arquitectura colonial valenciana, a diferencia de otras regiones del país, es que son casonas más abiertas, altas y grandes, con puertas y ventanas muy elaboradas, zaguán, corredores, patio central sembrado y salón principal con grandes ventanales que da a la calle. Construidas con materiales como la tapia, el bahareque, el adobe, la madera y la teja.
En el año de 1782, se realizó un primer censo, durante la visita pastoral de Don Mariano Martí, Obispo de Venezuela, arrojando como resultado que la ciudad tenía un total de 7235 habitantes y que el número total de casas dentro de la ciudad era de 513, cuyos límites iban por el norte con la calle del Otoño, hoy Cedeño, por el sur con la calle del Ganado, hoy Michelena, por el este con el Rio Cabriales y por el oeste hasta los solares alrededor del antiguo Hospital de San Antonio de Padua, hoy Casa de la Estrella, en la antigua calle de la Beneficencia, hoy Soublette.
Otro dato importante es que las grandes casonas en Valencia comienzan a construirse a partir del año de 1740, como es el caso de la Casa de los Celis, la Casona de los Hernández de Monagas, la Casona del Dr. Miguel Peña, la Casona Minguet Letteron entre otras más, en consonancia, con el esplendor que vivió la Capitanía General de Venezuela, durante gran parte del siglo XVIII, tras la creación de la Real Compania Guipuzcoana (1728-1785), cuya inmigración de una población vasca, introdujeron entre otras cosas el añil, el algodón y la caña de azúcar, lo que dio impulso a un notable crecimiento económico, que se vio reflejado en los 19 ingenios y trapiches en torno a la ciudad, base de la actividad productiva agrícola de Valencia, reflejándose en la arquitectura civil de la ciudad.
Luego del año de 1830, inicio de la era republicana, como nación independiente de Colombia, y a mediados de siglo XIX, hasta inicios de siglo XX, comienza a crecer la ciudad, hasta completar totalmente los solares del lado oeste, así como por el lado oriental del rio hacia San Blas y en otras latitudes al sur y al norte con la vieja San José, con tipologías más de corte neoclásico y eclécticas, que agregan distintos elementos arquitectónicos a las casonas, sobretodo en el periodo guzmancista, con influencia francesa y un nuevo desarrollo económico a través del inicio de la industrialización, con elementos como: la cornisa, frisos, calados, frontones, ánforas y molduras.
Con el inicio de la llamada modernidad a partir de los años 40, el centro histórico de Valencia comenzó a tener una serie de transformaciones en su arquitectura, sustituyendo elementos como las antiguas casonas por edificios de varios pisos, tratando de imitar y copiar los canones que se producían en la ciudad de Caracas, producto del boom petrolero de aquel momento, perdiendo paulatinamente la uniformidad arquitectónica de la misma y al mismo tiempo el patrimonio histórico y arquitectónico del casco urbano hasta finales de los años 90, creando una ordenanza y la oficina de gestión local que rige para los inmuebles que conforman el Centro Histórico de Valencia.
A partir del año 2019, hemos observado como el centro histórico ha mejorado notablemente con la recuperación de espacios culturales en inmuebles o casonas que son catalogadas coloniales y republicanas, algunas de ellas monumentos históricos nacionales como: el Museo de la Casa Páez; el Museo Casa de la Estrella; la Casona o Edificio de la Universidad, antiguo Convento Franciscano de San Buenaventura; y otras como la Casa Natal Museo José Rafael Pocaterra; el Centro de Artes Vivas Alexis Vivas, antiguo Club Centro de Amigos; la Casona de los Alvarado Escorihuela; la Casona o Palacio del Correo Central; el Museo Nelson Mandela, antigua Casa de los Gobernadores durante la época de Juan Vicente Gómez; faltando por concretar la restauración de la Casona Hernández de Monagas y la Casa de los Celis, acompañado de iniciativas privadas en la recuperación de casonas valencianas como es el caso de la Posada La Pastora, la Salumeria Il Contadino y próximamente el Café de Arts entre otros.
Existe un problema que estamos observando y es que en los últimos tiempos hemos visto perder cada vez más casonas de valor patrimonial, la mayoría propiedad privada, contentivo de un rico patrimonio histórico y arquitectónico, que le resta un valor agregado, debido a que una casa solariega, está íntimamente relacionado al estamento de la familia, el lugar donde tuvo su origen un determinado linaje familiar y residieron durante varias generaciones, lo que la define como la vivienda principal, de cada una de las antiguas familias originarias, de ese entorno fundacional de nuestras raíces, en realidad, la importancia de un centro histórico se basa en sus casonas, porque en ellas contiene una multiplicidad de historias en lo individual y en lo colectivo de un núcleo llamado Familia, que desde tiempos remotos hacen vida comunitaria, religiosa, económica, cultural, social y política en los distintos espacios que la conforman. Perder otra casona patrimonial, significa ir perdiendo la memoria histórica y el gentilicio de nuestra querida ciudad de Valencia, así como la posibilidad de consolidar y desarrollar un potencial turístico basado en una gran riqueza histórica local, por lo que es importante una acción mancomunada entre el sector público y privado, que permitan diseñar estrategias de políticas, que contribuyan a que sus propietarios, se vean incentivados a diseñar proyectos viables y cónsonos, que busquen repotenciar y reconstruir lo derrumbado de ese importante patrimonio, lo que profundizara un rescate y un mejoramiento del centro histórico
Francisco Cariello Gubaira – Cronista
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