Un hombre de 67 años falleció el miércoles 3 de abril al precipitarse por el Gran Cañón de Colorado, en Arizona (EE.UU.); la tercera muerte de esta índole en tan solo ocho días.
De acuerdo a información manejada por las autoridades del parque; los rangers (agentes) del parque hallaron el cuerpo del hombre a unos 400 pies (122 metros) de distancia del borde. Se requirió un helicóptero para recuperarlo, según el Daily Sun de Arizona.
El Servicio de Parques Nacionales (NPS) y el médico forense del condado de Coconino (Arizona), investigan la muerte, aunque en un principio parece un accidente.
Se trata de la tercera muerte en menos de dos semanas en el Gran Cañón; la joya de la corona del NPS y segundo parque nacional más visitado de EE.UU. con 6,38 millones en 2018, solo por detrás de las Grandes Montañas Humeantes.
El 26 de marzo los rangers hallaron el primer cuerpo en un área boscosa alejada del cañón. La muerte se está investigando y las autoridades no han revelado la identidad del fallecido; aunque indicaron que se trata de un extranjero.
Turista de Hong Kong falleció al resbalar en un mirador
Dos días después, un hombre de Macao (China) de 50 años que visitaba el Gran Cañón con un grupo de turistas de Hong Kong; falleció al resbalar en un mirador a la reserva india de Hualapai mientras tomaba fotografías.
Cada año mueren de media una docena de personas en el Gran Cañón, la mayoría por deshidratación o golpes de calor. Muertes por caídas se registran entre dos y tres anuales.
Entre tanto, los escritores locales Tom Myers y Michael Ghiglieri recopilaron cerca de 685 muertes en el parque desde la primera expedición en 1869 en su libro “Al borde del abismo: Muerte en el Gran Cañón” (2012). Con información ACN/EFE
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Las últimas horas del papa Francisco. El sufrimiento, conmovedor, de la despedida del Sumo Pontífice quedará para siempre en las imágenes de la última bendición. La respiración forzada. El gesto arrancado de una debilidad evidente. La voz temblorosa. El largo baño de multitudes. ¿Pero, qué ocurrió después?
Fuentes vaticanas confirman que el papa se despertó a las seis y se encontraba razonablemente bien. A las 7 empezó a encontrarse mal. Media hora después, exactamente a las 7:35, se comunicó el fallecimiento. Ahora se confirma que fue un ictus producido en el marco de un grave problema cardiocirculatorio.
Su cuerpo ya estaba debilitado por las infecciones respiratorias que habían provocado su ingreso en el Policlínico Gemelli. Las tres convulsiones sufridas entonces habían puesto en duda la posibilidad de recuperación y en esos días circuló el rumor de que en cuanto su estado mejorara un poco el Papa Francisco sería trasladado de nuevo a la Casa Santa Marta para enfrentarse en el Vaticano con la posibilidad de que el desenlace de la enfermedad fuera fatal para el Papa de gran corazón.
Se le había prescrito una convalecencia con ventilación asistida, y los médicos habían aconsejado el aislamiento. Pero el Pontífice siempre dijo que no pasaría ese tiempo alejado de sus compromisos. Y así fue: se produjo la sorpresa de Bergoglio entre los fieles, el recibimiento que no se le negó al rey Carlos de Inglaterra y, ayer mismo, el domingo, el encuentro con el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance. Y aún el último baño de multitudes: los saludos, las bendiciones, las miradas y las sonrisas a los niños.
Hay quienes el domingo notaron una mayor rigidez, respecto a los días anteriores, en el brazo. Hay quienes vieron detrás del Pontífice a una persona que lo masajeaba. Quienes notaron una respiración aún más dificultosa.
Pero aquello en lo que el Papa Francisco, en el día de Pascua, quiso que el mundo pusiera atención y lo recordara no es un parte médico de una persona frágil y enferma que no quiso ahorrarse esfuerzos, sino el llamamiento por la paz y la humanidad que lanzó al mundo.
Así lo recordó el cardenal vicario para la diócesis de Roma, Baldassare Reina, en el anuncio de la muerte: «Lloramos al testigo del Evangelio, al pastor misericordioso, al profeta de Paz«.
Se despidió de sus fieles
Ayer domingo, luego de reunirse James David Vance, vicepresidente de Estados Unidos, Jorge Mario Bergoglio fue trasladado a la Basílica de San Pedro, donde le esperaban los miles de romanos, peregrinos y turistas.
«Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!», dijo ante el júbilo de los miles de presentes. Tras estas palabras, el Santo Padre dejó que el discurso lo leyera el maestro de ceremonias monseñor Diego Giovanni Ravelli.
Tras impartir la bendición Urbi et Orbi, el Papa dio una nueva sorpresa al subirse al papamóvil, algo que no hacía desde hace meses, para saludar a todos los fieles presentes en la Plaza de San Pedro y en el comienzo de la contigua Vía de la Conciliación. Como si de su despedida se tratara, saludó a todos los presentes.