Un terrible accidente que involucra a una niña se registró en las últimas horas en Texas (EE.UU.).
Una bebé de un año muere dentro de un vehículo después de que su madre olvidó dejarla en la guardería y la menor se quedara encerrada en el auto durante nueve horas.
El sheriff del condado de Harris, Thomas Gilliland, explicó que en algún momento entre llegar al domicilio y entrar a la vivienda se distrajo; y no se dio cuenta que la niña permanecía en el coche, hasta que fue a retirar a sus otros dos hijos en la escuela.
Bebé de un año muere tras ser “olvidada” dentro del carro
Según el relato de la mujer, dejó a sus otros dos hijos, «una niña de cinco años y un niño de tres; pero que trajo a la de un año de regreso con la intención de dejarla más tarde después de que ella hiciera sus recados», informó el alguacil a la revista People.
Luego de que pasaran varias horas, la madre fue a la guardería a recoger a sus pequeños en un auto diferente y preguntó por la bebé; a lo que los trabajadores le respondieron que la niña no se encontraba en el establecimiento.
Tras insistir en que sí la había dejado en el lugar, la mujer junto al supervisor de la guardería fueron de regreso a su casa y encontraron a la menor, que había fallecido en el asiento trasero del coche estacionado al lado de la residencia.
Según informes de la policía, la pequeña pudo haber estado encerrada en el vehículo unas nueve horas; desde las 8:30 a.m. hasta las 5:30 p.m., y aunque no se han determinado las causas de la muerte, Gilliland indicó que las altas temperaturas pudieron haber contribuido a su fallecimiento.
Las últimas horas del papa Francisco. El sufrimiento, conmovedor, de la despedida del Sumo Pontífice quedará para siempre en las imágenes de la última bendición. La respiración forzada. El gesto arrancado de una debilidad evidente. La voz temblorosa. El largo baño de multitudes. ¿Pero, qué ocurrió después?
Fuentes vaticanas confirman que el papa se despertó a las seis y se encontraba razonablemente bien. A las 7 empezó a encontrarse mal. Media hora después, exactamente a las 7:35, se comunicó el fallecimiento. Ahora se confirma que fue un ictus producido en el marco de un grave problema cardiocirculatorio.
Su cuerpo ya estaba debilitado por las infecciones respiratorias que habían provocado su ingreso en el Policlínico Gemelli. Las tres convulsiones sufridas entonces habían puesto en duda la posibilidad de recuperación y en esos días circuló el rumor de que en cuanto su estado mejorara un poco el Papa Francisco sería trasladado de nuevo a la Casa Santa Marta para enfrentarse en el Vaticano con la posibilidad de que el desenlace de la enfermedad fuera fatal para el Papa de gran corazón.
Se le había prescrito una convalecencia con ventilación asistida, y los médicos habían aconsejado el aislamiento. Pero el Pontífice siempre dijo que no pasaría ese tiempo alejado de sus compromisos. Y así fue: se produjo la sorpresa de Bergoglio entre los fieles, el recibimiento que no se le negó al rey Carlos de Inglaterra y, ayer mismo, el domingo, el encuentro con el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance. Y aún el último baño de multitudes: los saludos, las bendiciones, las miradas y las sonrisas a los niños.
Hay quienes el domingo notaron una mayor rigidez, respecto a los días anteriores, en el brazo. Hay quienes vieron detrás del Pontífice a una persona que lo masajeaba. Quienes notaron una respiración aún más dificultosa.
Pero aquello en lo que el Papa Francisco, en el día de Pascua, quiso que el mundo pusiera atención y lo recordara no es un parte médico de una persona frágil y enferma que no quiso ahorrarse esfuerzos, sino el llamamiento por la paz y la humanidad que lanzó al mundo.
Así lo recordó el cardenal vicario para la diócesis de Roma, Baldassare Reina, en el anuncio de la muerte: «Lloramos al testigo del Evangelio, al pastor misericordioso, al profeta de Paz«.
Se despidió de sus fieles
Ayer domingo, luego de reunirse James David Vance, vicepresidente de Estados Unidos, Jorge Mario Bergoglio fue trasladado a la Basílica de San Pedro, donde le esperaban los miles de romanos, peregrinos y turistas.
«Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!», dijo ante el júbilo de los miles de presentes. Tras estas palabras, el Santo Padre dejó que el discurso lo leyera el maestro de ceremonias monseñor Diego Giovanni Ravelli.
Tras impartir la bendición Urbi et Orbi, el Papa dio una nueva sorpresa al subirse al papamóvil, algo que no hacía desde hace meses, para saludar a todos los fieles presentes en la Plaza de San Pedro y en el comienzo de la contigua Vía de la Conciliación. Como si de su despedida se tratara, saludó a todos los presentes.