Expulsión de embajador alemán «es incomprensible»; y «agrava la situación» en Venezuela, advierte Berlín
El ministro de Relaciones Exteriores, Heiko Maas
La decisión del Gobierno de Nicolás Maduro de expulsar este miércoles al embajador alemán; por su apoyo al líder opositor Juan Guaidó; «agrava la situación» de Venezuela, advirtió el ministro de Relaciones Exteriores, Heiko Maas; en un comunicado, reseñó la agencia AFP.
«Es una decisión incomprensible, que agrava la situación», señaló Maas en su nota.
Venezuela declaró «persona no grata» al embajador alemán ante ese país, Daniel Kreiner, porque el diplomático recibió a Guaidó -reconocido presidente interino por más de 50 países- en el aeropuerto de Caracas al retorno del líder opositor luego de una visita a varios países sudamericanos, reseñó AFP.
En su nota, el ministro alemán de Asuntos Exteriores apuntó que «nuestro apoyo, el apoyo de Europa, a Juan Guaidó se mantiene intacto. El embajador Kreiner ha hecho un excelente trabajo en Caracas, en particular en los últimos días».
El gobierno venezolano dio este miércoles a Kreiner 48 horas para salir del país.
En el aeropuerto de Caracas a la llegada de Guaidó, Kreiner estaba acompañado de representantes diplomáticos de varios países, incluso sudamericanos, pero por el momento esta decisión sólo afecta al embajador alemán.
El Gobierno indicó que la retirada de las credenciales al diplomático alemán se debía a «recurrentes actos de injerencia en los asuntos internos del país».
Las últimas horas del papa Francisco. El sufrimiento, conmovedor, de la despedida del Sumo Pontífice quedará para siempre en las imágenes de la última bendición. La respiración forzada. El gesto arrancado de una debilidad evidente. La voz temblorosa. El largo baño de multitudes. ¿Pero, qué ocurrió después?
Fuentes vaticanas confirman que el papa se despertó a las seis y se encontraba razonablemente bien. A las 7 empezó a encontrarse mal. Media hora después, exactamente a las 7:35, se comunicó el fallecimiento. Ahora se confirma que fue un ictus producido en el marco de un grave problema cardiocirculatorio.
Su cuerpo ya estaba debilitado por las infecciones respiratorias que habían provocado su ingreso en el Policlínico Gemelli. Las tres convulsiones sufridas entonces habían puesto en duda la posibilidad de recuperación y en esos días circuló el rumor de que en cuanto su estado mejorara un poco el Papa Francisco sería trasladado de nuevo a la Casa Santa Marta para enfrentarse en el Vaticano con la posibilidad de que el desenlace de la enfermedad fuera fatal para el Papa de gran corazón.
Se le había prescrito una convalecencia con ventilación asistida, y los médicos habían aconsejado el aislamiento. Pero el Pontífice siempre dijo que no pasaría ese tiempo alejado de sus compromisos. Y así fue: se produjo la sorpresa de Bergoglio entre los fieles, el recibimiento que no se le negó al rey Carlos de Inglaterra y, ayer mismo, el domingo, el encuentro con el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance. Y aún el último baño de multitudes: los saludos, las bendiciones, las miradas y las sonrisas a los niños.
Hay quienes el domingo notaron una mayor rigidez, respecto a los días anteriores, en el brazo. Hay quienes vieron detrás del Pontífice a una persona que lo masajeaba. Quienes notaron una respiración aún más dificultosa.
Pero aquello en lo que el Papa Francisco, en el día de Pascua, quiso que el mundo pusiera atención y lo recordara no es un parte médico de una persona frágil y enferma que no quiso ahorrarse esfuerzos, sino el llamamiento por la paz y la humanidad que lanzó al mundo.
Así lo recordó el cardenal vicario para la diócesis de Roma, Baldassare Reina, en el anuncio de la muerte: «Lloramos al testigo del Evangelio, al pastor misericordioso, al profeta de Paz«.
Se despidió de sus fieles
Ayer domingo, luego de reunirse James David Vance, vicepresidente de Estados Unidos, Jorge Mario Bergoglio fue trasladado a la Basílica de San Pedro, donde le esperaban los miles de romanos, peregrinos y turistas.
«Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!», dijo ante el júbilo de los miles de presentes. Tras estas palabras, el Santo Padre dejó que el discurso lo leyera el maestro de ceremonias monseñor Diego Giovanni Ravelli.
Tras impartir la bendición Urbi et Orbi, el Papa dio una nueva sorpresa al subirse al papamóvil, algo que no hacía desde hace meses, para saludar a todos los fieles presentes en la Plaza de San Pedro y en el comienzo de la contigua Vía de la Conciliación. Como si de su despedida se tratara, saludó a todos los presentes.