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Coronavirus ha noqueado al planeta y levantarse exige globalidad

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Liderazgo global

No es posible enfrentarse a la pandemia Covid-19 sin una respuesta mundial. Los esfuerzos realizados hasta ahora para paliar sus efectos en la salud y en la economía de las personas carecen de una gobernanza y un liderazgo común. Es en momentos como estos en los que se subraya más la anemia de instituciones como la ONU o de las distintas formaciones G que se han ido creando (el G5, G7, G8 o G20) a lo largo del tiempo. Un virus ha noqueado al planeta y lo está dejando al borde de la peor crisis desde la Gran Depresión. Su gestión, la neutralización de sus efectos más nocivos sobre el bienestar de la humanidad, no podrá abordarse sin una coordinación igualmente global.

Los líderes del G20 posan al inicio de la cumbre celebrada en junio de 2019 en Osaka (Japón). SUSAN WALSH AP



Hace tiempo que las crisis más lacerantes han dejado de ser locales. Es difícil que los historiadores encuentren en el futuro un ejemplo más representativo de crisis global que la pandemia del coronavirus. Frente a ella, los esfuerzos realizados hasta ahora para paliar sus efectos en la salud y en la economía de las personas carecen de una gobernanza y un liderazgo común. Es en momentos como estos en los que se subraya más la anemia de instituciones como la ONU o de las distintas formaciones G que se han ido creando (el G5, G7, G8 o G20) a lo largo del tiempo. Un virus ha noqueado al planeta y lo está dejando al borde de la peor crisis desde la Gran Depresión. Su gestión, la neutralización de sus efectos más nocivos sobre el bienestar de la humanidad, no podrá abordarse sin una coordinación igualmente global.

Otra dimensión

Este es el mensaje fundamental del manifiesto, en forma de carta abierta a los Gobiernos que conforman el G20, suscrito por más de 200 personalidades que gozan de influencia intelectual o han mantenido responsabilidades de gobierno y en diversas instituciones supranacionales (entre ellas, dos expresidentes de España, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero). Aciertan los firmantes en destacar que la resolución sanitaria de la pandemia es la condición necesaria para gestionar la brutal emergencia económica. Nunca como ahora ha sido tan explícita la urgencia de un liderazgo global.

Ese fue el papel que se atribuyó durante la Gran Recesión al destinatario de la misiva, el G20, en el que están los países más ricos del mundo y los emergentes más poderosos. El G20, con sus imperfecciones, es la formación más representativa de la distribución del poder en el mundo y de la capacidad para influir en la gestión de los problemas globales. Por eso los firmantes se dirigen a ellos para exigirles actuaciones concretas, cuantificadas, que atiendan a las dos prioridades existentes: la neutralización de los daños a la salud y el apoyo a las economías de los países con menor capacidad defensiva.



La primera línea defensiva exige fortalecer mucho más la base de recursos sanitarios, desde el sacrificado y escaso personal hasta las asignaciones a vacunas y terapias específicas, incluyendo la coordinación mundial en los suministros o la atención específica a los países con los sistemas de salud más débiles (los que no poseen aún un Estado de bienestar). La segunda línea de actuación atiende a la adopción de decisiones económicas igualmente globales, con el convencimiento de que la amenaza de depresión mundial ha dejado de ser ya una mera hipótesis. Más allá de las decisiones de los bancos centrales y de los Gobiernos de las economías avanzadas es preciso que las dos grandes instituciones multilaterales, el FMI y el BM desempeñen un papel activo en el suministro y movilización de apoyos financieros, o en la ayuda directa a la suavización de la carga de la deuda de las economías menos avanzadas.

Puede discutirse la cuantía de determinadas partidas, pero no la exigencia de responder al carácter pandémico del problema con esas aspiraciones verdaderamente ecuménicas que Keynes reclamaba en la reunión de la que surgieron los acuerdos de Bretton Woods, en 1944.

ACN/El Páis/The Trust Project/Susan Walsh/AP

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Comienza el año 2025

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Por: Cora Paez de Topel

El mes de enero es significativo por cuanto representa el principio del año en curso, celebrándose en las fechas especiales del calendario cristiano el 1º de enero como la festividad del Año Nuevo /Jornada Mundial de la Paz. El 6 de enero es el Día de Reyes, a lo que se unió la celebración del Día Nacional del Deporte.  La fecha especial del 14 de enero es la celebración de la Divina Pastora, patrona de Barquisimeto, con una gran procesión de fieles en oración que siguen   a la venerable imagen hasta llevarla al templo.  El 15 de enero es el Día del Maestro

Son festividades arraigadas en nuestra cultura cristiana que nos invitan a celebrarlas con fervor para impulsar la solidaridad con nuestro prójimo, no tanto como un reto sino como un vínculo de plena confianza en el ser humano, dispuesto a tenderle la mano a los más necesitados, tal como señalan las Bienaventuranzas de la Ley de Dios.  “Dar de comer al hambriento”.  Dar de beber al sediento”.  “Dar refugio al peregrino”.    Son 10 que nos llaman a dejar a un lado el egoísmo para centrarnos en nuestros hermanos cuando requieran ayuda.

Los retos de la civilización nos llaman a dejar a un lado el atraso social, representado en la pobreza material de tantos que carecen de un techo donde cobijarse, o de un salario digno para cubrir las necesidades alimenticias y sanitarias.   Tanto dinero malgastado en políticas públicas que no cumplen a cabalidad la función que les corresponde, limitándose a darles puestos a funcionarios del gobierno electos por el partido que los representa, pero no siempre por el programa social que los convoca.

En nuestro país la política se ha visto obligada a silenciarse para no caer en provocaciones.  Hablar bien o mal del gobierno es un acto que debe mantenerse en la esfera de quienes comparten puntos de vista similares.  La realidad de los presos políticos no es otra que la de ciudadanos que se atrevieron a discrepar con sólo palabras, sin tomar en cuenta el riesgo que estaban asumiendo ante un gobierno represor de la disidencia.

Continuando con la Doctrina Cristiana, al referirse al ejercicio de la autoridad de manera legítima, especifica el fundamento de ejercer el bien común.   Por tanto, los regímenes políticos deben estar determinados por la libertad de decisión de los ciudadanos y respetar el principio del Estado de Derecho.

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