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Valencianos listos para pasar la Navidad más amarga de su historia

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A pocos días de concluir el año 2018, los valencianos se preparan para celebrar la Navidad más amarga de su historia.

Les entristece conmemorar el nacimiento del Niño Dios, en tan precarias condiciones económicas.  Comerciantes y clientes del centro de la ciudad concuerdan en que la hiperinflación acabó con las tradicionales compras navideñas.  Los altos precios de alimentos, bebidas, calzados, ropa y juguetes mantienen las calles vacías.

El escaso transporte público obliga a los citadinos a caminar a lo largo de la avenida Bolívar Norte, mientras observan las vitrinas.  “Comerse un simple pan de jamón es un lujo y la botella de ron o el lavagallo  más barato cuesta 2.500 bolívares”, dijo Juan Contreras mientras intentaba llegar a la estación Cedeño del Metro.

Para muchos adultos es la primera vez que observan a la avenida Bolívar Norte sin buhoneros. Lamentan que los niños sean los más perjudicados por la crisis, pues los regalos representan un desembolso que pocas familias pueden afrontar.

Cientos de locales comerciales permanecen cerrados. Los pocos establecimientos que se mantienen abiertos luchan con las precarias ventas y los constantes apagones. Una navidad precaria, aciaga, a juicio de muchos.

Los clásicos adornos de navidad que ofrecían los vendedores informales desaparecieron de las calles de Valencia.  Al salario mínimo lo pulverizó la inflación y con ello  volaron las costumbres de los valencianos.

Navidad sin nada

Los empleados de los comercios se limitan a ver a las personas que pasan de largo. Los caminantes ya no preguntan por los precios de los artículos. Un informe de perspectivas del Fondo Monetario Internacional indica que Venezuela tendrá para 2019 una inflación de 10.000.000%. La más alta del planeta.

Los aguinaldos no alcanzan para lo más elemental. El acostumbrado Niño Jesús quedó para el recuerdo, excepto para las familias que reciben remesas del exterior.

“Estás serán mis navidades más tristes y amargas. Hasta las hallacas no las quitaron de la mesa. Valencia y no es la misma, ni autobuses quedan”, comentó una robusta mujer a otra que la acompañaba por el solitario bulevar  Constitución.

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