Opinión
Pablo Aure: Insurgencia

La ignorancia, más que el miedo es la responsable que estemos sumergidos en este pichaque de estiércol. El régimen se mantiene porque no hemos sido capaces de convencer a los que tienen la fuerza para desalojar del poder a quienes lo han usufructuado por muchísimo tiempo para enriquecerse, provocando el empobrecimiento del pueblo y destruyendo a Venezuela.
Si no sabemos lo que es un país ni tampoco lo que es una república, ¿cómo le vamos a pedir a los que ni siquiera tienen qué comer, que luchen por la democracia, por elecciones libres, por la libertad de expresión o, por cualquiera de los más elementales derechos humanos? Tenemos que reconocerlo, somos un pueblo ignorante, y el régimen nos prefiere así.
Si hiciéramos una encuesta para indagar lo que pensamos sobre cuál es la función de los gobernantes, es muy probable que un alto porcentaje de la población responda que a ellos los elegimos para que nos den de comer, para que nos provean de viviendas y nos asignen una pensión. Aquí se percibe al que gobierna como un jefe a quien debemos agradecerle “lo que hace por nosotros”. De inculcar esa manera de ver a los gobernantes se han encargado no solamente los que hoy ejercen el poder, sino también, un vasto sector de la oposición.
El flagelo de la ignorancia se ha convertido en una epidemia propagada por todo el territorio nacional. Desde el mismo momento que pensamos en votar creyendo que elegiremos a gobernantes para que hagan lo que no es su obligación, y lo que es peor, que esos señores durante su campaña se promuevan como los que resolverán todas las necesidades a los ciudadanos, demuestra que ni con elecciones transparentes saldremos de este hueco.
No le pidamos a la MUD lo que no sabe hacer
Al momento de escribir esta columna y después de leer muchos comentarios sobre las “negociaciones” en República Dominicana, llegué a la conclusión de que no vale la pena seguir pidiéndole a la MUD algo en lo que ella no cree por lo tanto no lo podrán hacer.
Y no lo puede hacer porque simple y llanamente piensa igual al régimen. Nosotros, quienes nos oponemos a esas negociaciones, queremos salir de la dictadura, los negociadores no. Nosotros queremos un país de libre mercado, donde no existan controles que terminan siendo el inevitable camino a la corrupción; ellos no. Nosotros entendemos que la prosperidad surge en tanto y en cuanto se respeten y garanticen todos los atributos de la propiedad privada, ellos no. Si lo dudan, estudien las actuaciones de ambos grupos y rápidamente llegarán a la conclusión de que la MUD y el PSUV piensan muy parecido.
El régimen se quiere mantener, ellos -los “negociadores”- también. Ambos parten de la misma concepción de hacer política. No es cambiar este modelo populista lo que los anima, sino la esperanza de lograr llegar al poder para cometer los mismas excesos que hoy comete el castro-madurismo. Recordemos: Chávez fue la respuesta a los desafueros del pasado. Por esta razón, jamás deberíamos imaginar que las causas de esta desgracia ahora las podríamos considerar como la solución. Hay elementos de convicción para sostener lo que aquí escribo. Por ejemplo, uno muy reciente, la semana pasada en la Asamblea Nacional, se le negó el derecho de palabra a algunos diputados de la bancada opositora que no apoyaban ese dialogo en República Dominicana. Esto significa que no hay ninguna diferencia con aquella AN dirigida por Diosdado Cabello que limitaba los derechos de los parlamentarios.
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La MUD que siga viajando los quince y últimos de cada mes, no perdamos más el tiempo con ellos ni esperemos que de esas “negociaciones”resultará algo positivo para el país. La asamblea nacional constituyente seguirá conviviendo con la Asamblea Nacional, soltarán a uno que otro político que Maduro mantiene secuestrado y hasta quizá, permitirán que se alimenten y mediquen a unos tantos enfermos que hoy padecen desnutrición o de una afección terminal. En esas negociaciones no se discute la salida del régimen, sino el estilo para convivir con él.
Les pregunto: ¿es normal que se negocie la libertad de un preso político, la alimentación o los medicamentos del necesitado, que se pida reconocer al Poder Legislativo (AN) o que se exijan elecciones libres? ¿Eso hay que negociarlo? ¡Claro que no! En un país donde funcionen las instituciones, con gobernantes decentes y, honorables voceros de la oposición eso no se discute ni mucho menos es objeto de negociación. Pero aquí no hay seriedad de lado y lado, por eso dialogan y negocian y para colmo, fuera de Venezuela.
Ruptura total
Lo que expresaré en el párrafo de abajo trataré de desarrollarlo con estricto apego a lo que he venido observando a lo largo de estos años. Mis deseos a que ocurra o no, los mantendré “in pectore”. Léase entonces como lo que es: como una opinión.
Para dar al traste con esta manera de hacer política no hay una vía distinta que la ruptura total. Pónganle el nombre que ustedes quieran. Injerencia humanitaria, intervención militar, golpe de Estado, insurgencia, rebelión civicomilitar o revolución. El nombre es lo de menos, lo que interesa saber, es que por las vías convencionales (el voto) jamás disfrutaremos a Venezuela como una república democrática.
En Venezuela se ha enquistado el populismo gubernamental que además de la complicidad política opositora que lo sostiene, hay otros factores que imposibilitarían destituir a los gobernantes mediante el sufragio. Entiéndase muy bien: aquí hay agentes foráneos que protegerán al régimen contra cualquier intento para sustituirlo. No hablo precisamente de “carmelitas descalzas” las que están acá, sino de verdaderas organizaciones delictivas que han hecho del territorio nacional un santuario para realizar sus operaciones.
Si quieren seguir votando bajo este panorama, háganlo, pero eso sí, entiendan que nada cambiará.
Mientras otros debaten entre elecciones libres y canal humanitario, los que hemos hecho de la docencia nuestro propósito de vida, seguiremos predicando en las aulas de clases y en todas las partes que visitemos, los principios fundamentales para construir la Venezuela que merecemos.
Opinión
Comienza el año 2025

Por: Cora Paez de Topel
El mes de enero es significativo por cuanto representa el principio del año en curso, celebrándose en las fechas especiales del calendario cristiano el 1º de enero como la festividad del Año Nuevo /Jornada Mundial de la Paz. El 6 de enero es el Día de Reyes, a lo que se unió la celebración del Día Nacional del Deporte. La fecha especial del 14 de enero es la celebración de la Divina Pastora, patrona de Barquisimeto, con una gran procesión de fieles en oración que siguen a la venerable imagen hasta llevarla al templo. El 15 de enero es el Día del Maestro
Son festividades arraigadas en nuestra cultura cristiana que nos invitan a celebrarlas con fervor para impulsar la solidaridad con nuestro prójimo, no tanto como un reto sino como un vínculo de plena confianza en el ser humano, dispuesto a tenderle la mano a los más necesitados, tal como señalan las Bienaventuranzas de la Ley de Dios. “Dar de comer al hambriento”. Dar de beber al sediento”. “Dar refugio al peregrino”. Son 10 que nos llaman a dejar a un lado el egoísmo para centrarnos en nuestros hermanos cuando requieran ayuda.
Los retos de la civilización nos llaman a dejar a un lado el atraso social, representado en la pobreza material de tantos que carecen de un techo donde cobijarse, o de un salario digno para cubrir las necesidades alimenticias y sanitarias. Tanto dinero malgastado en políticas públicas que no cumplen a cabalidad la función que les corresponde, limitándose a darles puestos a funcionarios del gobierno electos por el partido que los representa, pero no siempre por el programa social que los convoca.
En nuestro país la política se ha visto obligada a silenciarse para no caer en provocaciones. Hablar bien o mal del gobierno es un acto que debe mantenerse en la esfera de quienes comparten puntos de vista similares. La realidad de los presos políticos no es otra que la de ciudadanos que se atrevieron a discrepar con sólo palabras, sin tomar en cuenta el riesgo que estaban asumiendo ante un gobierno represor de la disidencia.
Continuando con la Doctrina Cristiana, al referirse al ejercicio de la autoridad de manera legítima, especifica el fundamento de ejercer el bien común. Por tanto, los regímenes políticos deben estar determinados por la libertad de decisión de los ciudadanos y respetar el principio del Estado de Derecho.
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