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Violencia neuronal

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Violencia Neuronal
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Por: Gabriel Capriles Fanianos.

Para Byung Chul Han el hombre actual deja de estar amenazado por un cuerpo externo y pasa a ser confrontado por una amenaza interna. Si antes el peligro provenía de afuera y era expulsado como un cuerpo extraño, hoy el peligro proviene de adentro, de un cuerpo que dejamos entrar y que nos resulta cada vez más familiar.

En los últimos años la persona ha sido víctima de una notable invasión de su intimidad. En redes sociales, por ejemplo, hemos visto muchas veces cómo la intimidad del usuario queda por fuera. La dinámica de su intimidad pasa poco a poco a no ser organizada por ella, sino por estímulos que configuran sus deseos. Esta falta de privacidad e intimidad nos hace pensar, en palabras de Romano Guardini, que la tecnología deja al hombre como un pez en un acuario. Cuando menos lo estamos pensando, cientos de interesados observan. Lo preocupante es por qué estos actores ya no se perciben como un cuerpo extraño, como una amenaza, sino como algo familiar que se deja entrar y obrar desde adentro.

Cuando el enemigo es visto como un cuerpo extraño se ejerce la defensa. Se observa como algo que hay que expulsar, como ocurre en el caso del virus. Su rechazo proviene -señala el filósofo coreano- de la negatividad. El hombre le dice que no, busca los medios para expulsarlo pronto. Sin embargo, cuando proviene de adentro, como algo familiar, no se le ve como algo extraño, sino que se le deja entrar, se le recibe sin extrañeza y hasta con gusto. Ya no se resguarda la propia intimidad, sino que se abre a un bombardeo (de inforrmación, videos, imágenes, música, etc) al que -parece- debemos estar expuestos. Esto hace que el problema ya no sea viral -ver cómo expulsamos el cuerpo extraño- sino neuronal -algo que configura nuestra propia mi interioridad-.

Esta violencia inmanente de la que nos habla Han, se caracteriza por la sobreabundancia de lo idéntico. La mayoría se expone a Instagram, a Tik Tok, a Whattsap y reciben los mismos cientos de estímulos. Entre uno y otro no hay mucha diferencia. Se utilizan los mismos filtros, los mismos emojis, la misma estructura, el mismo tiempo. Se recibe muy poco que sea original. Y lo idéntico permite generar sobreabundancia, mucha cantidad. Es decir, como no hay distinción entre el cúmulo de cosas que se recibe, todo viene a ser conveniente, todo viene a ser positivo. Ocurre una masificación de la positividad, generando una sobreestimulación que termina por enfermar.

Es por ello, señala Han en este primer capítulo de su libro La sociedad del cansancio que “el comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal. Las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO) definen el panorama patológico de este siglo. Estas enfermedades no son infecciones, no son infartos ocasionados por la negatividad de lo otro inmunológico, sino por un exceso de positividad” (p. 13).

 X: @gabcapriles

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Walk the talk

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Walk the talk
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Por: Gabriel Capriles Fanianos.

“Vive como piensas, o terminarás pensando como vives”

En algún momento de nuestra vida la inteligencia nos abre un horizonte de crecimiento personal. Nos hace ver que en lo real hay asuntos a los que vale la pena prestar atención para desentrañar su belleza, su bondad, su verdad. Sucede con la persona que se asombra ante la naturaleza, con el hombre que frente a su hijo se reconoce como padre, etc. A medida que conoce lo real se deja cautivar. Descubre su grandeza. Se convierte en su fiel defensor. Para una Sophie Scholl, por ejemplo, valdrá la pena dar la vida por la verdad. Para un Juan Pablo II valdrá la pena dar la vida por Cristo. Para el Principito valdrá la pena cuidar a su rosa. Es entonces cuando estos grandes personajes nos transmiten una experiencia: vivir como se piensa.

Roy Harley, uno de los sobrevivientes de los Andes, está convencido de esta pauta de conducta que los ingleses llaman Walk the talk. Dice: “siento, sí, que el testimonio lo debemos dar con la vida diaria y con lo que hacemos con ella, en homenaje a lo que vivimos: nos tocó experimentar algo muy particular y creo que el mensaje lo tenemos que dar todos los días de forma permanente con lo que hacemos, no con lo que decimos”.

A diferencia de lo que dice Roy, hoy sucede con frecuencia lo contrario. No se vive como se piensa, sino que la persona termina pensando como vive. En vez de profundizar en aquello que nos enamora, en vez de llegar a lo esencial, se invita a la mediocridad: al todo da igual. Sucede lo que dice Oscar Wilde: “en estos tiempos que corren, la gente sabe el precio de todo y el valor de nada”.

El relativismo, todo da igual, desperdiga la atención en miles de cosas que demandan nuestra atención, pero no nos invita a detenernos en lo importante. Nos sumerge en la tiranía de lo urgente, en la que el hombre no llega a la profundidad de nada, sino que se va adaptando a la superficie de todo. Se crean formas de vida estereotipadas. Y aquí es cuando decimos: “se llega a pensar como se vive”.

Ante esta superficialidad que conduce a una vida mínima, a una vida que no sabe dar todo de sí, ofrecemos un antídoto: detenernos de vez en cuando, profundizar en lo real, pensar. Esto nos ayudará a interesarnos por las cosas y a descubrir poco a poco su grandeza. Esa grandeza con la que llegaremos a tener conciencia de lo que las cosas valen y por la que las personas están dispuestas a arriesgarse, a emprender grandes recorridos, dejando un surco profundo en la historia de la humanidad.

 X: @gabcapriles

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