Opinión

Los absurdos de los polarizados

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Los absurdos de los polarizados: Por Luis Fuenmayor Toro.- Ir a una mesa de negociaciones con posiciones absurdas, que se traducen en planteamientos inaceptables por la contra parte, es declarar desde el inicio el fin de las negociaciones o, mejor dicho, decir que no se quiere negociar. Cuando el presidente de la Asamblea Nacional señaló su ya famosa hoja de ruta cometió el principal error de su política. El cese de la usurpación, que es como comienza el famoso 1, 2, 3, de Guaidó, significa decirle a Maduro que se tiene que ir porque es un usurpador, lo cual está bien como retórica politiquera, pero en absoluto tienen ningún sentido práctico en relación con el conflicto por el poder. Eso se le planteó a Chávez en 2002, cuando tuvo en su contra a la FANB y una parte de la población estaba en las calles exigiendo su salida, además del rechazo de una serie de organismos importantes como la Iglesia, las asociaciones empresariales, sindicales y gremiales más importantes, aparte de que el Presidente no controlaba en ese momento todos los poderes.

De hecho el TSJ de entonces hizo inhibirse a su Presidente por haber adelantado opinión, para luego asumir una de las sentencias más disparatada  que se haya visto: dictaminó que no había habido golpe sino un vacío de poder, algo imposible según nuestra Constitución. Recuerdo estas cosas para que mis lectores se den cuenta que las argucias legales no son potestad del chavecismo, lo fueron también en aquel momento unos “honorables” magistrados, que aprendieron derecho constitucional en el mismo sitio donde lo estudiaron quienes hoy nos gobiernan (Ejecutivo, TSJ, CNE, Ministerio Público y Defensoría del Pueblo) y quienes desde la Asamblea Nacional (AN) pretenden gobernarnos. Estos últimos mantienen a Juan Guaidó como “Presidente de la República” y al mismo tiempo como Presidente de la AN, un exabrupto que violenta en la forma más grave la división republicana de poderes. Guaidó es el hombre constituyente y compite con la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y Diosdado en este aspecto.

Con una “pistola en la cabeza” se obligó a Chávez a renunciar y entregarse. Y así se quisiera hacer con Maduro, sólo que las circunstancias son distintas: no hay pistola todavía. Chávez en 2002 tenía gran apoyo popular; de hecho las manifestaciones de ese pueblo tuvieron su impacto en el desenlace final a su favor, a lo que ayudó mucho la enorme insanía mental de los golpistas. Hoy, Maduro no tiene respaldo popular pero tiene lo que a Chávez no tuvo en 2002, apoyo total de la FANB y control de todos los poderes, incluso el legislativo, ya que declararon a la AN en desacato y eligieron una ANC que hace sus veces. Es absurdo entonces plantearse que Maduro debe salir si no se tienen la pistola u otra forma de obligarlo. En sana lógica, es una posición destinada al fracaso. Maduro está contra la pared, pero aún está lejos de ser derrotado. Insistir en el cese de la usurpación es cerrar cualquier salida pacífica y constitucional a la crisis actual, a menos que haya presiones en ese sentido de los aliados del gobierno.

Lo señalado significa que los absurdos no importan si quien los realiza es mi gente, pero si esos absurdos fueran de mis oponentes serían totalmente inadmisibles y condenables. Otra cosa que se puede extraer es que la Constitución vale y se respeta si me favorece, pero si favorece al contrario hay que pasarle por encima, dejarla de lado. El gobierno lo ha hecho muchísimas veces: al violentar el debido proceso policial y judicial, al someter a los detenidos a tratos crueles y torturas, al permitir que los asesinos encapuchados de la FAES maten jóvenes en barrios pobres citadinos, al declarar en desacato a la AN, al convocar a la ANC y al darle carácter supra constitucional y plenipotenciario. La oposición de la AN lo hace al pretender aplicar el TIAR para invadir al país, al solicitar una invasión por tropas extranjeras, al hablar de un gobierno de transición no electo, al propiciar golpes de Estado, al asumir las funciones diplomáticas del Ejecutivo y al despojar a la nación de sus activos en el exterior, entre otras muchas.

La ruta Guaidó es producto del inmediatismo, que ese sector opositor ha venido mostrando desde 2001, y que ha estado presente a lo largo de estos 20 años de chavecismo. El orden de las acciones debería ser diferente: elecciones libres, cese del gobierno de Maduro y establecimiento de un nuevo gobierno, que obligatoriamente será de transición entre lo que hay y lo que sería necesario que hubiere. Para lograr esta lógica ruta se debería iniciar con el cumplimiento de todo lo necesario para designar un nuevo CNE, según lo establecido en la Constitución Nacional, que sea aceptado por todos y genere confianza por su imparcialidad, capacidad y profesionalismo, y que pueda desempeñarse como un poder totalmente independiente. Este es el aspecto principal a resolver, para iniciar el camino de salida de la crisis; los otros son aspectos de mucha menor jerarquía.

ACN/LFT

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