Opinión
Julio Castillo: Carta abierta a mis amigos chavistas
El artículo de esta semana es una CARTA ABIERTA A MIS AMIGOS CHAVISTAS. ¡Si! Tengo muchos amigos chavistas. La mayoría de quienes cuya amistad he conservado, por encima de las diferencias, son pobres. Bueno, en Venezuela todos somos pobres ahora pero quiero decir no son de los que se han enriquecido obscenamente en este régimen. La mayoría de estos últimos me han bloqueado en las redes sociales en respuesta a artículos y noticias que les enviaba en los que se ponía de manifiesto el desastre y la pesadilla en la que este gobierno ha convertido a Venezuela, o sea, ya no son amigos.
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Con la mayor parte de ustedes, compartimos el sueño de un país y una sociedad libre de las taras de la injusticia, la corrupción, el irrespeto a los derechos de los ciudadanos y la esperanza de un mundo en paz y solidaridad.
Nos unía la íntima convicción de que los culpables de los entuertos del mundo eran los poderosos. Los que tenían más dinero y más poder politico y por eso, modelaban a Venezuela y al planeta a su antojo, llevándose por delante los derechos de las grandes mayorías.
Abominamos sus lujos, su insensibilidad, la maldad con la que procedían contra quienes queríamos cambiar las cosas. Luchamos por la libertad de los presos políticos, contra la negación de las libertades y para que todos tuviéramos los mismos derechos.
Ya sé que muchos de ustedes vieron, de buena fe, en el gobierno de Chávez la oportunidad de una gran revancha social y una posibilidad de que cambiaran las cosas.
La pregunta es ¿Cómo se sienten ahora? Ahora que la pobreza atroz y la pobreza extrema han llegado a tocar con su mano despiadada a más de la mitad de la población. Ahora que hay niños muriendo por desnutrición. Ahora que millones de venezolanos comen de la basura.
¿Pensaron alguna vez que los dirigentes del Socialismo del Siglo XXI iban a vivir como los potentados de los que abominaron y que tendrían en sus cuentas los millones de dólares que hoy faltan para las medicinas y vacunas de nuestros hijos y de nuestros nietos?
¿Cómo se sienten cuando ven que el gobierno entrega el Arco Minero a empresa piratas y a militares para desguacen nuestra Amazonia y se lleven, sin ningún, control nuestras riquezas naturales o cuando entregamos nuestro petróleo y nuestra refinerías a los imperios rusos y chinos en contratos secretos, hipotecando nuestra soberanía?
¿Qué sensación tienen cuando ven a los sobrinos presidenciales condenados por narcotráfico y a todas las policías del mundo declarando delincuentes a los dirigentes del partido de gobierno?
¿Ha valido la pena? ¿Qué discurso prefabricado contra la burguesía o el imperio ha quedado de pie aun frente a las tropelías de vuestros jefes?
¿No era todo una gran farsa? ¿No era una tapadera el discurso revolucionario para poder saquear el país mientras se decían defenderlo?
Hay una gran cantidad de antiguallas y mentiras políticas e ideológicas en el discurso socialista. Pero convengamos que todos tienen derecho a creer en lo que se quiera creer. Ustedes tienen el derecho de seguir creyendo en sus sueños y tienen el derecho de organizarse sin bandidos en sus filas.
Lidiar contra los bandidos, en todos los bandos, (incluyendo en el que esta quien esto escribe) es una de las claves para que hagamos un país decente y donde todos quepamos.
Agarremos la escoba.