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Recuperar la concentración no es tan dificil

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Según un estudio de la Universidad Harvard, solo somos capaces de concentrarnos el 47% del tiempo que le dedicamos a una tarea.

Siesta, chocolate y desconexión: será viejo, pero funciona

Escenario número 1: Raúl (nombre ficticio) enciende el ordenador. Tiene que responder a varios correos, lidiar con un endemoniado Excel de cifras de la compañía, adecentar una presentación que leerá pronto ante su jefe y… “piiii”, mensaje de WhasApp de su madre, antes de poder, ni siquiera, hacer repaso mental de las tareas del día.

-¿Qué tal, hijo? La situación parece grave. ¿Cuándo crees que podrás venir a vernos? Te echamos de menos”. Como para darle a la tecla…

Escenario número 2: Cristina (nombre ficticio) también está teletrabajando desde el pasado marzo. Sus superiores entienden su situación (es madre sola de una niña), por lo que le ofrecen flexibilidad horaria plena para conseguir sus objetivos. Ha de alcanzarlos, claro.

“Tengo ayuda en casa, pero da igual. Al no ir a la oficina, las interrupciones de mi hija son constantes. Y la tengo que atender. Que si ‘quiero que me des tú la merienda’, que si ‘mira cómo he hecho pis en el orinal’, que si ‘hola, mami, un abrazo’…”, explica. “Al final, logro acabar mis cosas, pero, con tantas pausas, que siento que me cuesta el triple: en horas y en esfuerzo”.

Lo que dice Harvard

Según un estudio de Harvard, solo somos capaces de concentrarnos el 47% del tiempo que le dedicamos a una tarea. Esto, si las condiciones son óptimas. Añade el estrés por la pandemia (o por confinamiento perimetral); las interrupciones de los niños (si estudian a distancia, este factor vale por tres); la incomodidad de trabajar desde una habitación poco adecuada para una larga jornada laboral; el repartidor de Amazon (recordatorio amistoso: ponte la mascarilla antes de abrirle la puerta); los mensajes de tu madre (o de tu tío, amigo lejano o esa prima con la que ya ni hablabas); los cantos de sirena de las redes sociales y … boom. Si de ese 47% conservas la mitad, siéntete afortunado.

Vayamos a las soluciones.  La llegada de la vacuna, por supuesto, ayudaría, pero mientras la ciencia investiga sin descanso;  hay estrategias al alcance de las mentes aturulladas. Limitar el uso del móvil, llevar una agenda de tareas o buscar un hueco para hacer ejercicio (aumenta un 21% la capacidad de concentración y un 41% la motivación laboral, según un estudio británico), están entre las mejores valoradas por los expertos.

Para el estrés, prueba con la meditación o haz punto de cruz: no hay gesto pequeño si a ti te funciona. Este trastorno es responsable de entre el 50% y el 60% de las jornadas laborales perdidas, además de producir olvidos frecuentes en quienes lo sufren (se llama demencia del preocupado).

En las Universidades de postín le dan al cacao para pensar mejor en exámenes. Aunque la experta en Nutrición Yolanda Sanz recuerda: “Nada hace milagros”. Así, menos nostalgia por el Katovit y más siesta: si la cabezada es breve (un máximo de 30 minutos), funciona como chute de cafeína en vena, según nos contó Javier Puertas, vicepresidente de la Sociedad Española de Sueño (SES).

Y pese a que acabar el día refrescando en bucle la aplicación de Instagram puede resultar tentador, has de saber que la lectura somera y superficial está ajando nuestros cerebros. “Somos incapaces de atender a algo durante más de dos minutos a causa del uso que hacemos de Internet”, sentencia el escritor especializado en tecnología Nicholas Carr. Se sabe que leer novelas es un antídoto válido contra la demencia.

Nada de esto convertirá el cuartucho desde el que trabajamos en un rutilante despacho ni será garantía de una conciliación real y efectiva, pero puede que facilite ejercicios de memoria cotidianos, como recordar el nombre de la última persona con la que se reunió por Zoom. ¿Los apellidos? Tampoco se nos venga arriba…

ACN/Manuela Sanoja

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