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Julián Serrano se niega a abandonar el campo de juego

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Desde el campo de juego Julián Serrano da instrucciones, responde inquietudes de niños y adultos mientras lleva la anotación del encuentro.

El sol del mediodía quema la piel y a esa hora en el improvisado campo deportivo de la Bahía de Valle Encantado, la brisa del cercano mar refresca un poco.

Es la final de un campeonato que lleva el nombre del gobernador Alfredo Díaz y en la que el mandatario regional se incorpora como un pelotero más.

El público se cobija bajo cualquier lugar disponible para presenciar las acciones.

Solo Julián Serrano tiene un lugar privilegiado en el campo de juego para ver el encuentro.

A sus casi 78 años, que cumplirá el venidero 19 de junio, su memoria está intacta.

Jugador de béisbol en cualquiera de las posiciones, aunque su mejor desempeño fue en el jardín derecho, representó a Nueva Esparta en escenarios nacionales.

Pero especialmente recuerda el VI Campeonato Nacional de Beisbol Juvenil, celebrado en 1963.

Julián Serrano se niega a abandonar el campo de juego

Del 2 al 11 de agosto de ese año, en los estadios Nueva Esparta, Los Millanes y Santa Ana, aquí en la isla de Margarita, los aficionados vieron desfilar a las futuras estrellas del béisbol, entre ellos uno que Serrano no olvida: Isaías “Látigo” Chávez (6/07/1947-16/03/1969), figura estelar de Distrito Federal a quien Nueva Esparta enfrentaría en la final, “cayendo en extrainning”.

Serrano recita los nombres de esa selección, de los que apenas sobreviven 7, incluyéndolo a él: José Inocente Zabala, Julián Serrano, Simón Quijada, José “Tierrita” Velásquez, Riquel Velásquez, Orangel Millán, Igor Carneiro, Ramón Mujica, Angel Custodio Díaz, Carlos Rodríguez, Luis Marín, Arnaldo Franco, Edmundo García, Martín Velásquez, José Francisco Gómez, Rubén Guilarte y Asdrúbal Naar. En el cuerpo técnico Balbino Inojosa y Arnaldo ‘Mono’ González.

A su retiro como jugador pasó a ser anotador y por mucho tiempo estuvo en la Liga de Béisbol de Mariño. Ahora en Valle Encantado (municipio Mariño) organiza y anota los torneos. “¿Julián quién juega más tarde?” pregunta un niño que se acerca, mientras el interpelado diligente da los nombres de los equipos.

Entre los saludos de los que pasan por el lugar no pierde la mirada de la acción de juego. Cuando el gobernador Alfredo Díaz se sienta a su lado, después de salir del encuentro que se disputaba, intercambian opiniones sobre los lanzamientos y las jugadas.

Concluye el juego, y en una bolsa de tela guarda la hoja que le sirvió como planilla de anotación, mientras espera el siguiente partido.

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