Internacional
Militares toman el poder en Malí con un golpe de estado
Un grupo de militares toman el poder en Malí con un golpe de estado y forzó la renuncia del presidente Ibrahim Boubacar Keita, quien está en el poder desde 2013.
Malí, fue depuesto por un golpe de Estado el martes, es uno de los países más pobres del mundo, enclavado en el Sahel; y escenario desde hace años de atentados yihadistas y enfrentamientos intercomunitarios.
En su mayoría es desierto y con frontera con siete países, está atravesado por el río Níger. Su población de 20 millones de habitantes está integrada por una veintena de etnias.
Este martes el presidente de Malí anunció la disolución de su gobierno y de la Asamblea Nacional; lo que sin duda contribuirá a la agitación del país en medio de una insurgencia islámica y de la pandemia de coronavirus.
Ibrahim Boubacar Keita, quien fue elegido democráticamente en 2013 y reelegido cinco años después, no tuvo más opciones luego que, horas antes, soldados amotinados tomaron armas de un arsenal ubicado en la ciudad de Kati y marcharon hacia la capital, Bamako.
No hubo comentario inmediato de las tropas, que procedían de las mismas barracas militares en Kati de donde se originó otro golpe de Estado hace más de ocho años.
La convulsión política estalló meses después de unas disputadas elecciones legislativas, pero el apoyo a Keita también disminuyó en medio de críticas al manejo de su gobierno a la insurgencia islámica que ha agobiado a un país que en algún momento fue elogiado como modelo de democracia en la región.
Toque de queda nocturno y cierre de fronteras
El portavoz de los militares, el coronel mayor Ismael Wagué, declaró también un toque de queda nocturno; y el cierre de fronteras del país de manera indefinida durante una declaración televisada este miércoles por la mañana.
Bamako, la capital maliense, amaneció tranquila, aunque con una visible presencia militar en varios puntos estratégicos; tras una jornada de infarto el día anterior que comenzó con una confusa rebelión castrense, que con el paso de las horas se acabó convirtiendo en un golpe de Estado en toda regla que contó con el entusiasta apoyo de miles de personas en las calles.
La condena de todos los organismos internacionales y la petición de liberación del presidente y su primer ministro, desde Naciones Unidas hasta la Unión Africana, ha sido unánime, pero este putsch sin derramamiento de sangre tiene un cierto aroma a rebelión popular fruto del hartazgo de un país que se deslizaba sin freno por una profunda crisis de múltiples rostros.
“Nuestro país se hunde cada día en el caos, la anarquía y la inseguridad por culpa de los hombres encargados de su destino”; dijo Wagué en su declaración televisada acompañado de otros golpistas.
Asimismo, denunció el “clientelismo político”, la “gestión familiar de los asuntos del Estado”; “el despilfarro y robo” de los recursos públicos y “las masacres de campesinos, el terrorismo y el extremismo».
ACN/ El País
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