Opinión

Da miedo la autocensura

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Da miedo la autocensura: Por Francisco Mayorga.- Vivimos en Venezuela acontecimientos difíciles de asimilar;  situaciones que sólo habíamos oído de nuestros abuelos, pero mucho peores;  ya que es nuestro día a día. Los periodistas prefieren las noticias Internacionales, como para no darse cuenta de lo que pasa en su propio país;  y las visiones, denuncias y manifestaciones de sus vecinos parecen insulsas, omitimos lo que nos hiere profundamente, callamos, pero reseñamos lo ajeno.

La irresponsabilidad es un pecado de omisión y en el análisis, es mejor comenzar por uno mismo…  Confesarnos pecadores no es ajeno a la circunstancia misma de vivir. “Confieso que he pecado gravemente de pensamiento, palabra, obra y omisión…” En las tablas la Ley entregadas  a Moisés,  están los diez mandamientos que se encierran  en dos, “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. La incompetencia y la indiferencia son sinónimas.

Se comete un pecado de omisión cuando no nos responsabilizamos de la repercusión que puedan causar nuestras palabras en el prójimo, en el impacto de nuestras acciones  en la vida de nuestros semejantes, cuando no asumimos en la conciencia, el deber de contribuir con el bienestar de quienes nos rodean, siendo un poco más solidarios y generosos, cuando no consideramos al bien colectivo como una norma de conducta ciudadana.

Privilegiamos los bienes materiales y somos indiferentes ante la pobreza del vecino. La sociedad, a través del negocio y el bombardeo publicitario, ha desarrollado un culto a la belleza y al cuerpo. Acumular riquezas  y mantener una imposible “eterna juventud” son los pilares de esta dualidad mezquina y enfermiza, en la  que sólo prospera la compra-venta de apariencia.

El mensaje subliminal, el fondo de todo, es vender la idea de que las personas ricas, jóvenes y bellas, tienen todas las puertas abiertas, nada se les niega, tienen una meta asegurada y el disfrute de una existencia plena.  La vida es solo para gozar y gozar y el rostro del prójimo queda en el olvido. El cuidado del alma es entonces intrascendente.

El súper yo, saturado de vanidad,  alimenta la lujuria, el egoísmo, la ambición desmedida y en aquel momento, el prójimo ya no existe en esa existencia llena de banalidades y justificada en una autoestima sobrevalorada, equivocadamente, en un distorsionado amor a si mismo que potencia la fractura mortal de  las familias y entonces,  la violencia y el crimen se anidan en el seno del hogar.

¿Qué puedo decirle que ya no sepan? Tal vez que el mensaje de Jesucristo debe ser nuestro plan de vida, herramienta en el cuidado del alma. No sabemos el día ni la hora en  que el Señor tocará a nuestra puerta, sólo que regresará y nos pedirá cuentas.

No mancha la castidad lo que entra involuntariamente por nuestros ojos y oídos, sino los malos pensamientos que se albergan en el corazón…

ACN/fm

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