Opinión

Lo Real Maravilloso de Latinoamérica

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Por:  Cora Paez de Topel

El escritor cubano Alejo Carpentier, hijo de un suizo protestante y de una madre latina católica, nació en La Habana en 1904,  nutrido de cultura europea, es reconocido como uno de los grandes narradores de la literatura universal.  Residió en Venezuela durante catorce años, recorriendo buena parte de la geografía nacional con la mirada puesta en el paisaje tropical de exuberante vegetación, montañas, llanuras,  bosques, cursos de agua, tribus indígenas y costumbres ancestrales asentadas en nuestra tierra, testigos de un pasado que marcó los rastros de lo que el escritor denominó Lo Real Maravilloso de América, a través de una mirada que supo penetrar los secretos de un mundo forjado por seres regidos por leyes  de tiempos arcaicos,  hasta llegar a  la realidad actual que nutrieron sus novelas de fantasías creadoras.

Definió Carpentier al continente americano como una especie de unidad formada por elementos inseparables unos de otros:  la raza blanca proveniente de España tras la Conquista, la africana de los esclavos negros arrancados de su tierra para labrar la nuestra y los indígenas afincados en nuestro suelo desde edades remotas al Descubrimiento, con una visión de la cosmogonía ancestral asiática.

La experiencia de Carpentier se conecta con la información reseñada en el diario digital ACN el pasado 02 de Marzo  del 2021,  bajo el título ENCUENTRAN EN VENEZUELA LOS PETROGLIFOS MAS GRANDES DEL MUNDO, cuando el escritor toma un vuelo en el año 1947 para remontar el río Orinoco a muy baja altitud, desde Ciudad Bolívar a Puerto Ayacucho, siguiendo el cauce del río, relatando que pasaron el nivel de las tres grandes piedras, las tres grandes rocas paradas que se llaman ¨Los Tambores de Amalivaca¨.

Tan fascinado quedó con ese viaje,  que al año siguiente emprendió una vez más la ruta, siguiendo hasta Fernando de Atabapo, entrando un poco por el Ventuari hacia el Autana, donde encontró una especie de catedral gótica de basalto negro que él  denominó  la Catedral de las Formas en su novela ¨Los Pasos Perdidos¨  Entrando por el Caño de la Guacharaca vió las tres incisiones en forma de ¨v¨ que él describe en su relato, recordando que esa visión lo inspiró  para sellar la magia de lo Real Maravilloso.

Petroglifos más grandes del mundo. Foto: Referencial

Así al estar cerca de el Orinoco, remontándose en el tiempo, comenzó a interesarse por sus mitos.  Abunda Carpentier relatando que él llevaba por toda lectura el viaje de Gumilla y el viaje de Humboldt y Bonpland, comentando que muchas de las cosas pintadas por esos tres sabios no habían cambiado de aspecto, comenzando a ver el paisaje del Orinoco como una especie de materialización del tiempo, entendiendo que lo estaba remontando hasta  el neolítico.

Por su parte, el sabio alemán Alejandro de Humboldt en tierra venezolana desde Julio 1979 hasta Noviembre 1800, en compañía del ilustre botánico francés Aime Bonpland narró la trayectoria que ellos siguieron por diversas regiones como testimonio de los inmensos recursos que atesoran nuestros pueblos.  En su paso por el Orinoco relata que en las sabanas que rozan con el Casiquiare, el Atabapo, el Rio Negro, se alzan al igual que en otras partes de La Guayana, unas figuras toscas que representan el sol, la luna y unos animales trazados sobre las piedras de granito más duras, las cuales atestiguan la existencia anterior de un pueblo muy distinto de los que hemos llegado a conocer en las orillas del Orinoco.

Los pueblos de raza Tamanaco, antiguos habitantes de esas regiones, tienen una mitología local, unas tradiciones relacionadas con esas piedras grabadas.

Valencia, 12 de Marzo del 2021.

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