Opinión

La infinitud de la venganza

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La infinitud de la venganza: Por Luis Velázquez Alvaray.- Cuando un gobernante justifica su accionar en pasiones basadas en la venganza, la cosa está mal.

Mucho más cuando se trasladan hechos de épocas pasadas que nadie puede justificar, porque se trata de la vida de una persona cuyo asesinato se ha convertido en una cadena, que nos ha llevado a esta situación de hoy, donde miles sufren y mueren sin que los gobernantes muestren un solo acto de arrepentimiento. Eso no lo permite el odio.

La infinitud de la venganza instala un clima tenebroso como el que hoy se vive en Venezuela. La supervivencia de la mayoría es también un signo de todo esto. Ha confesado su sed de revancha la todopoderosa Vicepresidenta de la República, ante un país que ve el terror en las puertas de su casa. Donde la calle emana un tufo indeseable. Se trata de arreglar cuentas con inocentes, que mueren de hambre, en los hospitales sin medicinas ni equipos. El entrevistador conoció más aquellos momentos, que muchos- incluyendo a la propia entrevistada, que era muy niña cuando su Padre fue asesinado- en un calabozo, al ser señalado por el secuestro de un industrial Norteamericano, cuya vida también fue despedazada por este acto. Nada justifica ni una ni otra cosa. De allá vienen estos tormentos y también muchas leyendas, como la que uno de los compañeros del asesinado fue quien lo delató, pero que hoy sigue viviendo bajo el manto del régimen, cuya representante jura venganza contra todo un país que nada han tenido que ver con este bochornoso acontecimiento.

Esa polarización se manifestó en muchas partes del mundo, que fue testigo de numerosos   asesinatos, de quienes bajo la bandera de la revolución secuestraban, o los que por tales hechos pagaban con su sangre tan salvajes actos. Es un camino sin regreso, que hoy revive bajo décadas de terror, de miedo. Jóvenes verdugos en el mundo que en aquella guerra dejo cenizas que todavía vuelan bajo misteriosa cortina de pánico.

Las ”brigadas rojas” en Italia, raptaron y asesinaron al Primer Ministro Aldo Moro, a empresarios y comerciantes para exigir rescate. Allí murieron muchos secuestrados y secuestradores, pero las sociedades y todos los actores no podían continuar, por el bien general, en un programa de extremismo irreflexivo, que curiosamente reflota en Venezuela bajo un actuar convulso, de quienes deberían apartar estas actitudes y no convertirse “en los nuevos proveedores del miedo”, de aquellos tétricos años, que hoy retornan en la balsa destartalada de la histeria, que traen nuevamente a los pantanos las aguas oscuras de la pesadilla.

La infinitud de la venganza es tal, que el hecho que genera este estado de guerra en el país, sucedió hace casi 42 años. ¿Qué culpa puede tener la Venezuela de hoy, de un acontecimiento que  nos azota bajo el escudo del desquite, cuando la gran mayoría nada tiene que ver y muchos ni siquiera habían nacido, para ser sometidos por el cuchillo de un régimen, cuyos dirigentes fundamentales confiesan “ el ojo por ojo” de los antiguos Hebreos?. ¿Cómo se justifica repetir hoy de la tragedia Griega, el episodio cuando “el Orestes de Eurípides” explica su actuar contra todos, por resarcir la muerte de su padre?

El caso que nos ocupa es un tipo de venganza obsesiva. Señala Oliveira, que esta se diferencia de la reactiva,” que tiene un componente de planeación y también uno de manía. A veces más manía qué razón”

La infinitud de la venganza, arrastra a quienes gobiernan a cometer actos deleznables. Torturar, fusilar física y moralmente, convertir a todos en supervivientes.

Esta vindicta no termina, por eso cada día aumentan las calamidades. A eso conlleva el desquite.

Ha dicho Manuel Arranz: “Si todo el problema de la verdad se redujese a que unos ven en un árbol un árbol, mientras otros ven el pájaro en la rama, yo creo que podría llegarse a un acuerdo. El problema es cuando para dirimir la verdad acaba talándose el árbol o disparándole al pájaro”.

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