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La anarquía y el miedo se apoderan de Valencia por los apagones

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Cuando el crepúsculo anuncia su llegada, los vecinos de Valencia apresuran el paso para evitar quedar en medio del toque de queda no declarado.

Prefieren llegar a sus casas donde suponen estar resguardados de la delincuencia. Desde el pasado 7 de marzo, día del primer gran apagón nacional, las calles de la capital industrial de Venezuela se encuentran oscuras.

Los usuarios del metro aceleran el retorno y las avenidas poco a poco quedan desoladas. En el casco central los comerciantes comienzan a cerrar sus puertas a las tres de la tarde.

Algunos ni siquiera abren durante el día debido a los constantes apagones y la falta de agua potable. El caos y el miedo se apoderan de los valencianos, mientras los  vendedores se miran las caras entre sí.

El casco central de Valencia queda desolado a partir de las tres de la tarde debido a los apagones. Foto: Agencias

Cuando llega la energía eléctrica no funcionan los puntos de venta. Los frustrados clientes también se marchan a regañadientes. Los ventiladores están apagados y el sofocante calor obliga a los regentes a permanecer en las puertas. Adentro todo está en penumbra.

Después de las cinco de la tarde el escaso transporte público se esfuma de la avenida Bolívar. Los devastadores apagones le añaden más dramatismo a la precaria vida de los citadinos.

Valencia en penumbra

Las panaderías no venden pan y las licorerías tampoco ofrecen cervezas. Ni los hornos ni las neveras funcionan. La calle del hambre, situada detrás del centro comercial Caribbean Plaza, está desolada. En ocasiones disponen de electricidad durante día, pero en la noche cuando esperan a  su mayoritaria clientela le cortan la electricidad.

Los valencianos apuran el paso para llegar a sus casas antes del anochecer. Foto: Agencias

Como en las sociedades rurales los valencianos se preparan para encender mecheros y candiles de gasoil. La soledad y el silencio se apoderan de la ciudad.  En Prebo y otras urbanizaciones de la parroquia San José, los vecinos se alistan como en las sociedades medievales. Preparan las arepas a la leña en improvisadas cocinas comunitarias.

Desde hace un mes carecen de energía eléctrica y gas doméstico para cocinar sus alimentos. En las residencias que no disponen de plantas eléctricas, los vecinos se encierran.

El Paseo Constitución de Valencia luce desolado después de las tres de la tarde. Foto: Agencias

Algunos llegan de la última misa vespertina de la iglesia San José donde tampoco hay luz. Allí el sacerdote lee los bíblicos textos y la sangraba palabra con la linterna de un teléfono celular. Lamentan que la pujante capital industrial de Venezuela hoy esté sumida en la miseria y la anarquía.

A partir de las siete de la noche es hora de dormir. Antes y desde sus ventanas tocan las cacerolas. Todos se acuestan con la esperanza de que al día siguiente su pesadilla termine.

En la oscuridad ofrecen misas en las iglesias de Valencia por los apagones. Foto: Agencias

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