Opinión

Inmigrar: la huella imborrable

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Inmigrar: la huella imborrable: Por Luis Velázquez Alvaray.- Cuando llega la hora de marcharse se parte en dos el sufrimiento. El que se queda en la tierra de origen y el que ha de surgir en el punto de llegada, que muchas veces se desconoce.Pensar por donde comenzar de nuevo, perseguido además por el desarraigo o la añoranza, por todo lo que se queda: familia, amigos, recuerdos, costumbres.

En el caso Venezolano no tenemos experiencia ni casi fuerzas para decir adiós. Son millones en el mundo, que naufragan, que se enfrentan a las alambradas, o al duro asfalto de las carreteras vecinas. Caminos que no tienen fin.

Solo queda una vida, un país que fue, gente que también quiere irse, distintos a los que ahora veremos, son nuevas costumbres, procesos para adaptarse en la balanza del sufrimiento, de la duda, del insomnio.

Cada uno de los que se marchan ahora son dos. No es solo cambio de lugar, es otra sociedad a la cuál es necesario integrarse, diferente a la que teníamos, nuevos valores, otros  ritmos en el quehacer diario, son raíces distintas, por muy cercanas, son distintas.

Llegamos anhelando el pasaje de regreso. Evocamos la infancia, la tragedia, las ironías de la vida, cuando estábamos seguros que nunca nos tocaría la experiencia de los que llegaban, que sufrían lo mismo que hoy nos toca a nosotros, porque es cierto que nos quieren, pero siempre el dolor de dejar todo se impone. Hoy somos supervivientes, la diáspora, somos viajeros “desperdigados por el mundo”.

Como Ha dicho Goytisolo es la aventura de alcanzar otra orilla. Mientras llegamos al país de acogida somos hijos del mar, o hijos del asfalto. No sabemos de tiempo, vamos despojados de patria, de ciudadanía, con mil penalidades, hemos salido de la línea de fuego sin chaleco antibalas, como señala Dorfman: “Soy frágil como una rama”.

Llegar, incluso legalmente, es como si fuera en la clandestinidad. 70 millones de desterrados en el mundo .Uno sigue creyendo que es  el único.

En los últimos tiempos hemos visto niños que han de quedarse solos para una vida de humillaciones. Solo Dios nos acompaña en esta diáspora desesperante. De su camino si tenemos que estar pendientes.

*Ex magistrado del TSJ Dr. Luis Velázquez Alvaray

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