Opinión
El ideal bolivariano del poder moral
El ideal bolivariano del poder moral: Por Cora Páez de Topel.- Una de las proclamas más memorables de nuestro Libertador Simón Bolívar en el Discurso de Angostura, el 15 de Febrero de 1819, fue la sentencia “Moral y Luces son nuestras primeras necesidades”, exaltando el imperio de la virtud con un llamado a los políticos a ser probos e ilustrados, dejando ver la importancia de incluir en la Ley el Poder Moral, con la fe puesta en la educación, concepto tan alto para él como la libertad y la defensa de las garantías sociales. Mucho se esforzaron nuestros héroes patrios en legarnos los ideales por los cuales lucharon hasta lograr la Independencia. Enfatizado en la Constitución vigente de 1999, – la No. 23 desde la consolidación de la República en 1830 – en el Capítulo IV del Poder Ciudadano se establece que los órganos que ejercen ese Poder “tienen a su cargo prevenir, investigar y sancionar los hechos que atenten contra la ética pública y la moral administrativa, velar por la buena gestión y la legalidad en el uso del patrimonio público e igualmente promover la educación como proceso creador de la ciudadanía, así como la solidaridad, la libertad, la democracia, la responsabilidad social y el trabajo”.
Desde los acontecimientos del 19 de Abril de 1810, luego de librar las gloriosas batallas a favor de la Independencia, seguido de los sucesos de 1830 cuando nació la República de Venezuela bajo la jefatura de José Antonio Páez, hasta el actual mandatario Nicolás Maduro en el 2018, hemos tenido una treintena de Presidentes de Estado, algunos de ellos electos en comicios libres, otros producto de golpes de estado, guerras internas, conspiraciones políticas, revoluciones, caudillismo y traiciones consumadas en detrimento de la estabilidad de la Nación que hasta el presente no ha logrado el ideal bolivariano de la Moral Pública, haciendo que la mayoría de los venezolanos desconfíen de las autoridades al no ver reflejadas en ellas esa virtudes enaltecidas en el Poder Moral. De tal manera que no se compagina esa disposición constitucional de las virtudes republicanas, inspirada en el ideal bolivariano, con la realidad nacional de los gobiernos que han regido a la Nación, democráticos unos y tiránicos otros que en su gran mayoría, lejos de cumplir esos preceptos, los infringen, en detrimento de una sociedad confundida por el abuso de poder, el clientelismo político, el fraude y la corrupción.
Las 23 Constituciones promulgadas desde 1830 hasta la actual de 1999, sumada a la ya redactada por la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente para entrar en vigencia, si el proceso del fraude consumado sigue su curso, ponen de manifiesto el afán de dominio público que ha caracterizado a muchos de nuestros gobernantes, disimulando con leyes dictadas a su conveniencia el deseo de perpetuarse en el poder. No es de extrañar, entonces, la indisciplina social característica de nuestro pueblo, acostumbrados unos a no cumplir las leyes, otros a violar las normas de conducta social, a cometer fechorías, robos y secuestros. Así como tampoco son extrañas las desigualdades sociales y económicas de una población dispar en la educación, en la moral republicana y en los valores democráticos. Ciudadanos de proba conducta, cultos, de buena posición económica y social, de solvencia moral, conviven en un mismo país con ciudadanos incultos, que viven en la mayor pobreza en barrios marginales de aceras y calles rotas, viviendas y servicios públicos precarios.
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