Opinión

La Casa Natal de Monseñor Luis Eduardo Henríquez Jiménez

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La Valencia de los Techos Rojos
Francisco Cariello Gubaira
Cronista

En la Calle Arismendi, entre Avenida Bolívar y Avenida Urdaneta, nos encontramos una majestuosa casona solariega, de cuatro ventanales, conocida como “La Jimenera”, morada familiar de la Familia Jiménez Ulloa, cuyos ancestros llegaron a Venezuela a fines de siglo XIX.

La casona tiene un gran valor patrimonial, arquitectónico, histórico y religioso en la ciudad de Valencia, debido, a que en ese lugar, nació, el conocido Monseñor Luis Eduardo Henríquez Jiménez.

Luis Eduardo, consagrado como sacerdote el 27 de Marzo de 1937, en la Basílica San Juan Letrán en Roma, fue el Quinto Obispo de la Diócesis de Valencia (1972-1974), Primer Arzobispo de la Arquidiócesis de Valencia (1974-1990), quien dejó un legado, en la Curia Valenciana, y además fue Profesor de Literatura y Latín del Liceo Pedro Gual, Profesor en el Seminario Inderdiocesano de la Universidad Católica Andrés Bello, escritor y redactor literario del Diario “La Religión”, Obispo Auxiliar de Caracas (1962), Capellán de la Iglesia de la Inmaculada en Camoruco, Capellán del Hospital Vargas de Caracas, Capellán Militar, Párroco de la Iglesia de Altagracia de Caracas, Secretario del Arzobispado de Caracas (1949), y Secretario de Monseñor Gregorio Adam, Tercer Obispo de la Diócesis de Valencia.

En una entrevista realizada a una de las moradoras de esta histórica casona, la gentil y amable Ligia Jiménez Ulloa, en el año 2021, manifestó: “la casona, era la morada familiar, de una apreciada familia, los Jiménez Fumero, que llego procedente de las Islas Canarias, España, a fines de siglo XIX. Fundaron la Hacienda Santa María, situada en Ocumare de la Costa, cuya explotación maderera y sus plantaciones de café, dieron un auge y crecimiento económico, de la región entre Ocumare de la Costa, en el estado Aragua hasta Cumboto, en el estado Carabobo. Asimismo señalo, que en uno de los dormitorios de la denominada Casona Grande de la Jimenera, nació el Presbítero Monseñor Luis Eduardo Henríquez, un 31 de Julio de 1913”.

Asimismo como Cronista de la Sociedad Amigos de Valencia y Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo, revisando formalmente, la biografía del ilustre prelado valenciano, en varias obras de diversos autores, señala que el lugar de nacimiento del mismo, ocurrió en una casona, en la Calle El Ángel, antiguo nombre de la antigua nomenclatura valenciana, que se le daba a la actual Calle Arismendi.

Durante la entrevista, la señorita Ligia Jiménez,  señalaba, que Don Juan Jiménez Ramos, casado con Doña Luisa del Rosario Fumero Fumero, tuvieron siete hijos: Juan, Elías, Clodoardo, María Luisa, Miguel Agustín y Josefa, madre del ilustre arzobispo.

Agustín Jiménez Fumero, el mayor de los hijos, quien además, fue regente de la Hacienda El Trapiche, en Chirgua, estado Carabobo, casado con Doña María Susana Ulloa Brea, distinguida dama, nacida en el pueblo carabobeño de Guacara, finalmente permanecerá viviendo en esa casona y quienes tuvieron doce hijos: Ana Luisa, Juan Agustín, Carmen Rosa, Néstor Adrián, María Cristina, Victoria Indalecia, Miguel Eladio, Juan Policarpo, Alberto Ramón, Susana, Rosa Aurora y Ligia.

Una de las cosas más simpáticas, de esa familia, era el espíritu alegre, que caracterizaba, a esta numerosa familia, y que por tradición local, eran conocidos por los valencianos de la época, de celebrar una fiesta representativa, característica de los Jiménez, conocida como “La Curraquera”, que en sus espacios llegaba albergar más de 50 personas entre familiares y allegados.

Recientemente, en su regia fachada, hay un aviso de su venta, como valenciano, preocupado por el patrimonio arquitectónico e histórico de la ciudad, veo con angustia, que esa casona patrimonial, icono religioso de Valencia, trascendental lugar de nacimiento del Primer Arzobispo de Valencia, este corriendo el riesgo de ser vendida al mejor postor, ser modificada, alterada, perdiendo sus valores históricos y arquitectónicos y en el peor de los casos, ser demolida u borrada del patrimonio tangible valenciano.

La pérdida de otra casona histórica valenciana, significaría también la desaparición de la historia de la familia que la hábito, el olvido de su solar, blasones y apellidos de lo que tanto nos orgullecemos los valencianos, y tener una casona patrimonial de un personaje, de tan alta distinción eclesiástica, con aires de santidad.

Que pasaría mañana, si este personaje histórico, llega a los altares y la casa fue demolida?. Significaría la perdida de nuestro gentilicio e identidad valenciana.

Sería interesante, que en su fachada, las autoridades competentes, relacionadas con la ciudad de Valencia, como la Curia de la Arquidiócesis de Valencia, la Sociedad Amigos de Valencia, la Dirección de Cultura y Patrimonio de la Alcaldía de Valencia, la Cofradía de la Virgen del Socorro, entre otros, de forma mancomunada, colocaran una placa alegórica, rindiendo homenaje a tan ilustre prelado valenciano. Más allá de eso, tendría un impacto positivo, el rescate de esa casona, para establecer, un Museo Sacro de Valencia, una verdadera y trascendental iniciativa, como regalo a la ciudad, tomando en cuenta la inmensa riqueza histórica de la Curia Valenciana, desde inicios de la fundación de Valencia, como ciudad, hasta los actuales momentos.

Francisco Cariello Gubaira – Cronista

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