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Tres postales de la crisis que azota a Venezuela: cruda y cruel realidad

Tres postales de la crisis que azota a Venezuela: colapso de los servicios públicos; una masiva emigración que ha roto familias y la implosión de la economía, que hasta hace solo unas décadas era un ejemplo para la región.
Cada día, millones de venezolanos padecen al menos uno de estos tres males, todos relacionados con la caída de la economía del país con las mayores reservas probadas de petróleo en el planeta y un potencial turístico que otrora atraía a millones de visitantes.
Son apenas tres postales de la crisis de una situación que la Asamblea Nacional, que tiene su propia crisis con dos directivas que pugnan por el control del órgano; ha señalado como «compleja» y que tiene más caras.
Crisis que azota a Venezuela en tres postales
La pensionada Hilda Márquez recuerda cada día con nostalgia a su hijo Sergio, que años atrás huyó de la crisis venezolana para radicarse en Chile; al igual que cerca de 400.000 de sus compatriotas, según datos oficiales.
«Me hace falta como no tienes imaginación, uno no quiere que los hijos se vayan, ni que nadie se vaya»; dijo la mujer de 76 años.
Pero desde su humilde vivienda en en el barrio Guaicaipuro de Catia, en Caracas; Márquez prefiere extrañarlo que verlo regresar a Venezuela, donde solo enfrentará «calamidades» y hambre.
«Él me dice que está bien, que sigue en su trabajo, y ahora como están las cosas (por la pandemia) me dice que trabaja desde su hogar»; dijo al recordar la última conversación que sostuvo con su hijo.
«Y si está bien por allá, ¿a qué se va a venir aquí a pasar más calamidades, las que estamos nosotros pasando?»; añadió.

Foto: EFE
Uno de cinco millones de migrantes
Sergio es uno de los cinco millones de venezolanos que huyeron de la crisis en los últimos años; de acuerdo con cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Expertos venezolanos han dicho que estos migrantes ayudan a mejorar las economías de sus familias a través de remesas; calculadas en unos 3.000 millones de dólares en 2019 en envíos de alimentos, ropa, calzado y diversos productos.
Unos números que, no obstante, no mitigan el dolor de la distancia que sienten, sobre todo, los pensionistas que tienen hijos y nietos en otros países.
Economía devastada
Entre esas tres tres postales de la crisis que azota a Venezuela, está la del caraqueño Nelson Pacheco, quien tiene un trabajo fijo en una panadería de la capital; donde cumple varias labores y devenga el salario mínimo establecido en el país: 400.000 bolívares o 1,95 dólares a la tasa de cambio actual del Banco Central.
Pacheco también se emplea en un estacionamiento de un restaurante de la capital; un negocio venido a menos por la pandemia del nuevo coronavirus,
Además, recibe algunas ayudas sociales, con las misiones y bonos que otorga el Gobierno de Nicolás Maduro; con todos y eso, sus ingresos mensuales no superan los 10 dólares.
«Es fuerte», dijo Pacheco acerca de vivir con menos de medio dólar al día. «Hay que saber sobrevivir, lo poquito que uno se gana estirarlo para medio comer, (porque) para más nada alcanza el sueldo»; añadió.
«Es fuerte, para mí y para muchas personas, no es para mí solo»; prosigue Pacheco antes de apuntar a la solución que muchos encuentran a la miseria: «Pedir, algunas veces pedir».
Más de 7 millones con sueldo mínimo
En Venezuela, más de 7 millones de personas, entre empleados públicos y pensionados, perciben ingresos similares a los de Pacheco: menos de 10 dólares por mes.
El número deja a estos venezolanos, casi 25 % de la población, muy por debajo del umbral de la pobreza; de acuerdo a los datos del Banco Mundial, que estima en 2 dólares diarios el ingreso mínimo para abandonar este grupo.
Servicios colapsados
Cerramos con esta crisis que azota a Venezuela con María Alvarado, quien guarda en garrafas varios litros de agua para hacer frente a los cortes del servicio en su natal Maracaibo; la capital del estado de Zulia, una de las regiones más castigadas por la crisis venezolana.
«El agua llega, a veces, cada 15 días, a veces ni llega, y cuando llega es agüita de tamarindo»; dijo la mujer de 33 años, haciendo una comparación entre el jugo de un popular fruto cítrico y el color del agua que sale por los grifos.
Cuando sale. «Está sucia», insistió la mujer; quien vive en una casa que comparten 6 personas, tres de ellas sus hijos menores de edad.
Racionar el agua, dijo, es un desafío. Gran parte de la que puede almacenar se la provee una clínica privada cercana a su casa.
«La clínica Zulia nos suministra el agua a través de un pozo. Tres veces por semana le dan agua a la comunidad», explicó.
Pero el mayor desafío para esta familia es preparar los alimentos diarios en medio de la escasez puntual de gas que sufre la región zuliana.
Así, muchas veces María usa una cocina eléctrica; pero las fallas del servicio de energía también son frecuentes en Maracaibo y dificultan la labor.
«(La luz) se va todos los días, ya no se está yendo por mucho tiempo, pero se va»; dijo la mujer.

María Alvarado, muestra el tanque de agua de su casa, en Maracaibo. (Foto: EFE)
Cambio de hábitos
Los problemas con la energía eléctrica están cambiando los hábitos de consumo de los venezolanos; que, cada vez más, adquieren alimentos que no precisan frío para conservarse y evitar que los cortes de luz arruinen sus escasas reservas de comida.
Las fallas, además, han llevado a Alvarado a pensar que los servicios públicos en Venezuela no deberían pagarse, algo que ella ya hace desde hace mucho. «No pueden cobrar por algo tan ineficiente», dijo.
«Vergüenza les debería dar, tenemos un Gobierno ineficiente», dijo Alvarado, antes de ofrecer una solución a la crisis: un cambio de Gobierno, «porque, hagamos lo que hagamos, nunca vamos a solucionar si tenemos un Gobierno ineficiente», apuntó.
En este país los servicios públicos están colapsados, pero, si bien no tienen costo cero, son prácticamente gratuitos.
El servicio eléctrico, por ejemplo, es el más barato de la región y no se suspende si el usuario no paga el monto mensual.

Esto pasa en Maracaibo y en casi todo el país a diario. (Foto: EFE)
ACN/MAS/EFE
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Descubre las diferencias entre pinturas de caucho y esmalte

En el fascinante universo del diseño interior, la elección de la pintura va mucho más allá de un simple toque de color. Es una decisión fundamental saber las diferencias entre pinturas de caucho y esmalte.
Sheila Dib, analista de mercadeo de Cebra, ofrece una perspectiva clave para simplificar esta elección.
“La principal diferencia entre la pintura de caucho y la pintura esmalte es su base”, explica.
“Mientras las pinturas de caucho están formuladas a base de agua para una fácil aplicación, los esmaltes emplean aceites vegetales como base, lo que les confiere una resistencia superior y un acabado de mayor brillo”.
Pintura de caucho: agilidad y frescura instantánea
Ser testigos de la transformación de una habitación y ver los resultados casi de inmediato es posible.
Las pinturas de caucho, también conocidas como acrílicas o látex, son las reinas de la agilidad.
Su base acuosa garantiza un secado excepcionalmente rápido, lo que permite aplicar segundas capas o incluso completar un proyecto el mismo día.
La limpieza con agua y jabón es sorprendentemente sencilla, facilitando cualquier corrección o la limpieza de las herramientas.
Son la opción ideal para paredes interiores y exteriores, donde su bajo olor permite que los espacios vuelvan a ser habitables casi sin demora.
La versatilidad de las pinturas de caucho se extiende a una amplia gama de colores, perfectos para quienes buscan renovar ambientes con frecuencia o desean un toque moderno y vibrante.
La oferta de Cebra en esta línea destaca por su versatilidad, adaptándose a diferentes tipos de superficies y proyectos, asegurando un acabado duradero y resistente.
Por ejemplo, su Fachada Caucho Mate Clase A protege las superficies exteriores de las inclemencias del tiempo con alta durabilidad. Son la elección inteligente para proyectos donde la facilidad de uso y la rapidez son esenciales, manteniendo siempre la calidad y el rendimiento que se espera.
Esmaltes: dureza y brillo que resisten el tiempo
Cuando la prioridad es la protección y un acabado que soporte el paso del tiempo con elegancia, el esmalte es la solución definitiva.
Su formulación con base de aceites vegetales genera una película de pintura notablemente dura y resistente, capaz de soportar el uso constante, los roces y la exposición a la humedad sin perder su lustre.
“Si la rapidez y la facilidad de aplicación son clave para las paredes, una pintura de caucho es excelente”, aconseja Sheila Dib.
“Pero para una resistencia superior y un acabado duradero en superficies de madera o metal, o en áreas con alta humedad, un esmalte ofrecerá un rendimiento incomparable”.
Con información de nota de prensa
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